La facilidad con la que deslizamos una tortilla de patatas sobre una sartén antiadherente es uno de esos pequeños placeres cotidianos que damos por sentado. Los antiadherentes se han convertido en los aliados indiscutibles de nuestras cocinas, prometiendo menos aceite, limpieza sin esfuerzo y alimentos que no se pegan. Sin embargo, detrás de esta aparente inocuidad se esconde un secreto inquietante que la industria ha mantenido en un discreto segundo plano durante décadas: el ácido perfluorooctanoico (PFOA) y sus compuestos relacionados, conocidos colectivamente como PFAS.
Lo que durante años se celebró como un avance revolucionario en la cocina moderna hoy genera preocupación entre científicos y autoridades sanitarias de todo el mundo. Las sustancias utilizadas para lograr ese efecto mágico de los antiadherentes podrían estar acumulándose silenciosamente en nuestros organismos, permaneciendo allí durante años sin que nuestro cuerpo pueda eliminarlas por completo, según revelan recientes investigaciones. Este hallazgo ha encendido las alarmas sobre los posibles efectos a largo plazo de estos compuestos químicos en nuestra salud, especialmente cuando se consideran las millones de sartenes que se utilizan diariamente en todo el territorio español.
2DE LA SARTÉN AL PLATO: EL VIAJE INVISIBLE DE LOS PFAS A TU ORGANISMO
El camino que recorren estos compuestos desde nuestros antiadherentes hasta nuestros órganos es silencioso pero constante. Cada vez que cocinamos con una sartén que contiene PFOA o compuestos similares y la superficie alcanza temperaturas superiores a los 260°C, algo habitual si dejamos una sartén vacía al fuego o cocinamos a llama alta, se liberan micropartículas que acaban en nuestros alimentos. Las investigaciones más recientes han detectado que el desgaste normal de los antiadherentes, incluso aquellos que aparentemente se mantienen en buen estado pero llevan años de uso continuado, libera progresivamente estos compuestos.
No es solo a través de la comida que estos químicos entran en contacto con nuestro organismo. Los PFAS presentes en los antiadherentes forman parte de una familia de compuestos que también se utilizan en otros productos cotidianos como envases de comida rápida, ropa impermeable o espumas contra incendios. Esta omnipresencia multiplica nuestra exposición diaria, creando un efecto acumulativo que preocupa a los toxicólogos. Los estudios de biomonitorización realizados en población española han revelado que prácticamente todos tenemos niveles detectables de estos compuestos en sangre, con concentraciones que varían según nuestros hábitos de consumo y exposición a productos que contienen estas sustancias.