Es difícil describir la expectación en la Movistar Arena, hasta hace poco WiZink Center, de Madrid, poco antes de que Maluma tome la tarima. El artista colombiano se encuentra en un lugar interesante dentro de la evolución de la música urbana, de una forma o de otra sirviendo como la figura que funciona como puente entre esa primera ola, encabezada por Don Omar, Daddy Yankee o Wisin y Yandel, y esta nueva ola donde nombres como J Balvin, Bad Bunny o Karol G dominan las listas de éxito.
Eso quiere decir que no tiene el factor sorpresa de esa primera ola ni el interés de experimentar en los confines del género de la nueva. Aun así es difícil discutir con que su lista de éxitos, que incluye ‘Felices los 4’, ‘Vente pa’ Aca’ o ‘Chantaje’, junto a Shakira, es una colección de canciones grabadas en la memoria y generando la nostalgia que solo nace de las copas de las 3 de la madrugada, bailando con un ligue o un viejo amor.
Maluma lo entiende, así como entiende que el alto porcentaje femenino de la audiencia está más que dispuesto a aplaudir cada vez que muestra su sex appeal. El personaje que Juan Luis Londoño Arias construye en tarima tiene mucho de chico malo, del ‘puedo arreglarlo’, sumado a las horas de gimnasio y los tatuajes en el pecho que quiere presumir, además de ser uno de los pocos nombres dentro del género con suficiente voz para cantar construyó un icono que, toda una arena está dispuesta a acompañar por las próximas dos horas.
BAILARINAS, LUCES Y UNA BANDA EN VIVO
Una pieza interesante de ver a cualquier artista del género urbano en tarima es, precisamente, la comodidad que demuestran al tomar la tarima con una banda en vivo. En el caso de Maluma se nota la experiencia, con 25 años en tarima es evidente que sabe controlar a una audiencia y hacerla bailar desde el segundo uno. Lo hace con uno de sus temas de reguetón más puro, ‘Borró Cassette’ una canción que sirvió para encender a la audiencia de la mano de una sección rítmica más que potente.
Lo que siguió entre las bailarinas y el artista es una seguidilla de canciones, ‘El perdedor’, ‘Obsesión’ y ‘Carnaval’ que casi cualquier artista del mundo bailable quisiera tener en su repertorio. También son un recordatorio del acercamiento tan particular del artista al sexo en sus canciones, es que Maluma es quizás el mayor representante del sexo casual en sus canciones. Es cierto que se trata de un personaje que ha creado para construir hits, en la vida real tiene una relación de cuatro años y ya es padre, pero es innegable que funciona.
Es un personaje que se ensalza en ‘4 Babys’, un tema que puede ser el hit más reciente dentro del setlist, y que lo ve jugando con sonidos de trap, pero sobre todo en lo que seguramente es su canción más famosa: ‘Felices los 4’, un tema donde muestra que el típico problema de las relaciones a distancia, la posibilidad de engañar a la pareja aprovechando su ausencia, como una de las principales soluciones, todo sobre un pegadizo ritmo de merengue.
MALUMA Y JUAN LUIS
También es cierto que el artista es más que el personaje. Por momentos en la tarima del Movistar Arena ha dejado caer sus máscaras y ha mostrado lo mucho que está feliz por su éxito. Maluma se presenta como un artista que, tras años en este trabajo, sigue considerando un regalo cantar frente a 15.000 personas, una energía más que contagiosa.
Sobre todo en el último tramo del concierto, donde cambió su tarima por una ubicada cerca de las gradas y de los últimos que pudieron entrar a la pista. Desde allí canciones como ‘X’, y ‘OhNana’, consiguieron una energía especial. El regreso a la tarima central, de la mano de ‘Sobrio’ y su propio experimento en la música regional mexicana ‘Según Quién’, sirvieron para confirmar que la audiencia tenía un recuerdo más para sumar a la nostalgia que conectan con el artista.
La despedida, de la mano de ‘Coco Loco’ fue solo una confirmación de que en medio de un momento tan particular para la música urbana, en donde por momentos parece que el artista se ha quedado atrás de otras figuras, sigue siendo capaz de dominar cualquier tarima, y de enamorar cualquier audiencia.