En los últimos años, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha explorado fórmulas innovadoras para mejorar la seguridad vial. Entre campañas impactantes y controles más estrictos, ha surgido un experimento peculiar: la Línea Verde. Esta franja de color, que acompaña el borde de ciertas carreteras españolas, no es un simple adorno. Es un recurso psicológico diseñado para engañar a nuestra percepción y, en teoría, reducir la velocidad de los vehículos sin que los conductores sean plenamente conscientes de ello.
El concepto, importado de países nórdicos, plantea preguntas fascinantes sobre cómo interactuamos con el entorno vial. ¿Puede un cambio aparentemente mínimo en el paisaje de la carretera influir en nuestro comportamiento al volante? ¿O se trata de otro intento bienintencionado pero ineficaz por parte de la DGT? En este artículo profundizaremos en los detalles de una medida que podría extenderse por toda España.
3La ciencia detrás del engaño visual
Neurológicamente, el mecanismo es fascinante. De acuerdo a lo informado por las autoridades de la DGT, nuestro cerebro procesa las líneas paralelas en la carretera como referencia para calcular la velocidad y la posición del vehículo. Al introducir una línea adicional de color contrastante, se crea una discrepancia en el sistema visual que interpretamos como un posible peligro. Es el mismo principio que nos hace frenar instintivamente cuando vemos una sombra sospechosa en el asfalto, aunque racionalmente sepamos que no hay obstáculo alguno.
Expertos en percepción visual explican que este efecto es particularmente fuerte en conductores no habituales de esas rutas. Quienes transitan diariamente por las carreteras con Línea Verde desarrollan cierta inmunidad al estímulo, mientras que los conductores ocasionales siguen reaccionando con mayor intensidad. Esta variabilidad plantea dudas sobre la eficacia a largo plazo de la medida.