Glovo se encuentra en una situación delicada tanto a nivel empresarial como a nivel de percepción social. Lo primero es fácil de explicar: la empresa dirigida por Óscar Pierre anunció el inicio de un proceso de contratación de los repartidores (o riders) que, pese al avance de los meses y las fechas establecidas inicialmente para el fin de la propia contratación, parece no acabar de ver la luz al final del túnel.
De hecho, en grandes ciudades de España como Madrid o Barcelona, e incluso la comunidad autónoma de Andalucía, la mayoría de los trabajadores siguen siendo autónomos, y el proceso parece estar siendo más engorroso de lo que podía parecer. Mientras, existe la polémica sobre los autónomos que ponen a inmigrantes a trabajar por ellos escapando del tibio control de estas empresas de delivery.
Pero Glovo, junto a otras compañías de reparto de comida a domicilio como Uber Eats o Just Eat, ha vuelto a estar en el foco del debate en estas interminables jornadas de lluvia en toda España, especialmente por los riesgos que asumen los repartidores con el aumento de demanda de pedidos y las condiciones adversas provocadas por el temporal.
Volviendo a recordar que la mayoría de los trabajadores de Glovo sigue actuando en régimen de autónomos, cobra más importancia aún el hecho de que muchos de los riders se juegan la vida en los días con condiciones meteorológicas más complejas sin tener el respaldo de un asalariado.
Esta situación hace que se avive el debate habitual: ¿es moralmente correcto pedir más a domicilio durante días de lluvia, nieve y viento? Seguramente no lo sea, pero llegados a este punto cabe preguntarse cuál es la opinión de los propios afectados.
Los repartidores de Glovo, Just Eat o Uber Eats zanjan el debate de los pedidos en días lluviosos
Y es que, pese a que pueda parecer contradictorio, la mayoría de los riders de empresas como Glovo prefieren que se hagan pedidos en días complicados, o al menos así lo explican las distintas fuentes consultadas por este periódico. Mientras multitud de usuarios reclaman humanidad y empatía, lo cierto es que los trabajadores piden que no se paralicen los pedidos.
«Llevo varios años trabajando en delivery y uno era más feliz en días de lluvia porque recibe más propina», explica un rider de Glovo, que sí puntualiza que se refiere a una lluvia normal y no a complicaciones de temporal más extremas o menos comunes. Otro rider nos cuenta que los días de lluvia son en los que acumulan más pedidos y, por tanto, los que se traducen en una mayor cantidad de ingresos directos a final de mes.
Al final, el punto de encuentro común de la mayoría de repartidores es que prefieren que se sigan realizando pedidos y que las propinas sean más generosas durante esos días donde azota el temporal. «No hagan caso, si no llaman no cobramos. […] Las propinas son mucho más generosas en jornadas lluviosas», explicaba otro implicado a través de TikTok.
La controversia también llega al propio consumidor, alcanzando puntos en los que el eje de la discusión no es tener o no tener más tacto con el repartidor, sino que se cruza la barrera comparándolo con otros trabajos de asalariados. En redes sociales hemos podido leer a barrenderos explicando que ellos tienen que limpiar igual llueva o no, e incluso un repartidor de supermercado señala que su situación es similar y nadie pone el foco en los supermercados.
Huelga decir que no todos los repartidores trabajan en los días de lluvia: igual que algunos se toman las jornadas lluvias como los días más importantes del mes para conseguir más ingresos, otros descartan poner en riesgo su salud o integridad por las condiciones meteorológicas. En casos extremos, como la situación meteorológica de la DANA en octubre y noviembre del año pasado, empresas como Glovo o Uber Eats han paralizado la actividad de los riders, pero estas últimas semanas han operado con relativa normalidad.
Sin embargo, la situación ha provocado retrasos e incidencias en pedidos. Uno de los casos más extremos es el de una chica valenciana que explica al diario Qué! que ha sufrido retrasos de hasta 3 horas en los últimos días. «Pedí en Glovo el fin de semana a una famosa hamburguesería y el pedido me llegó tres horas tarde. He sufrido otros retrasos de 40 minutos, pero este en particular se extendió más todavía. Me acabó llegando, pero frío y con menos productos de los que había pedido. Me devolvieron la mitad del precio tras una reclamación», nos cuenta.
La última denuncia de CC.OO. a Glovo
Mientras todo este debate ocurre, empresas de reparto de comida a domicilio como la propia Glovo se enfrentan a problemas más serios. Sin ir más lejos, este martes hemos podido conocer una denuncia de Comisiones Obreras (CC.OO) a Glovo por cesión ilegal de trabajadores ante inspección de trabajo tras considerar que incumplen el artículo 43 del Estatuto de los Trabajadores.
La denuncia se ha producido tres meses después del anuncio de laboralización de la plantilla por parte de Óscar Pierre, CEO de la compañía, habiendo conocido ya los primeros sueldos para los repartidores de Glovo en algunos lugares de España. El sindicato explica que Glovo cede personas trabajadoras ilegalmente a otras empresas subcontratas que actúan como tapadera de la matriz para incumplir la legislación laboral.
Deslizan que Glovo tiene como intención limitar los derechos adquiridos por parte de la plantilla. «La antigüedad, por la que los trabajadores ven su salario mejorado en base a los años acumulados, se esfuma», explican desde CC.OO. «Los trabajadores obligados a este movimiento también están sufriendo un empeoramiento en sus horarios y en sus jornadas. Además, al ser cambiados de empresa, se produce de facto un despido colectivo de 279 personas trabajadoras que el sindicato está dispuesto a reclamar. La empresa matriz, en su afán por abaratar los costes laborales, no aplica el convenio colectivo de referencia».
Para Comisiones Obreras, la actividad de Glovo dividiendo a los trabajadores en varias empresas supone una afrenta al derecho de la representación sindical de las personas trabajadoras por el hecho de que la capacidad de organización de las plantillas es menor y se deteriora el contrapoder que ejercen los sindicatos ante la empresa.