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Este síntoma pasa desapercibido, pero podría ser la primera señal del cáncer de garganta

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La detección temprana de enfermedades puede marcar la diferencia entre un tratamiento eficaz y una batalla complicada. El cáncer de garganta representa uno de esos males silenciosos que, cuando se diagnostica en fases avanzadas, complica significativamente el pronóstico del paciente. Este tipo de tumor maligno afecta a estructuras como la laringe, la faringe y las amígdalas, zonas fundamentales para funciones cotidianas como hablar, tragar o respirar correctamente.

Los especialistas llevan años insistiendo en la importancia de prestar atención a ciertos síntomas aparentemente inofensivos. Cuando estos signos aparecen intermitentemente y no provocan un dolor intenso, la mayoría de personas los atribuye a problemas leves como un simple catarro, alergias estacionales o el típico desgaste vocal tras una noche de conversación animada. Sin embargo, esta interpretación errónea puede retrasar de manera crucial la visita al médico, permitiendo que el cáncer de garganta avance silenciosamente mientras el paciente permanece ajeno a su desarrollo.

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DIAGNÓSTICO PRECOZ: LA CLAVE PARA GANAR LA BATALLA CONTRA EL CÁNCER DE GARGANTA

Fuente: Freepik

El proceso diagnóstico del cáncer de garganta comienza generalmente con una exploración física detallada y la revisión del historial médico completo del paciente. Durante esta primera consulta, el especialista realiza una inspección visual de la cavidad oral y la garganta, pudiendo detectar anomalías como enrojecimiento inusual, manchas blancas o lesiones sospechosas que merecen una investigación más exhaustiva. Esta primera evaluación puede complementarse con una laringoscopia, procedimiento que permite observar directamente la laringe y otras estructuras internas mediante un tubo flexible con luz y cámara.

La confirmación definitiva del cáncer de garganta requiere la realización de una biopsia, es decir, la extracción de una pequeña muestra de tejido para su análisis microscópico. Este procedimiento resulta fundamental para determinar no solo la presencia del tumor, sino también su tipo histológico y grado de agresividad, información crucial para establecer el plan de tratamiento adecuado. Las pruebas de imagen como la tomografía computarizada, la resonancia magnética o el PET-scan complementan el diagnóstico, permitiendo determinar el tamaño exacto del tumor, su localización precisa y la posible afectación de ganglios linfáticos cercanos o metástasis a distancia.