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Cuando comer se convierte en una lucha, este trastorno está detrás

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Tragar sin dolor o dificultad es algo que muchos damos por sentado. El acto de comer se convierte en una verdadera tortura para quienes padecen acalasia, un trastorno digestivo poco conocido pero tremendamente limitante en el día a día. Esta afección, caracterizada por la incapacidad del esófago para relajarse y permitir el paso de los alimentos hacia el estómago, puede transformar cada comida en una auténtica pesadilla para quienes la sufren.

La acalasia actúa como un ladrón silencioso que roba gradualmente el placer de disfrutar de la gastronomía y las reuniones sociales alrededor de una mesa. Sus síntomas pueden confundirse inicialmente con otras patologías digestivas más comunes, lo que retrasa su diagnóstico y tratamiento. Por ello, resulta fundamental conocer las señales de alarma y comprender los mecanismos de este trastorno que, aunque no pone en riesgo la vida de forma inmediata, sí merma considerablemente la calidad de vida de quienes lo padecen, haciendo que cada bocado se convierta en una verdadera batalla.

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DIAGNÓSTICO Y DETECCIÓN: EL CAMINO HACIA LAS RESPUESTAS

Fuente: Freepik

El diagnóstico de la acalasia suele requerir un enfoque multidisciplinar y diversas pruebas complementarias. La manometría esofágica de alta resolución se ha posicionado como la técnica gold standard para confirmar la presencia de este trastorno, ya que permite evaluar con precisión la presión del esfínter esofágico inferior y la ausencia de peristaltismo en el cuerpo del esófago. Esta prueba, aunque no resulta especialmente dolorosa más allá de las molestias propias de la introducción de la sonda por la nariz, proporciona datos objetivos sobre el funcionamiento del aparato digestivo superior y permite clasificar la acalasia en diferentes subtipos, información crucial para determinar el abordaje terapéutico más adecuado.

Otras exploraciones complementarias incluyen el esofagograma con bario, que muestra el característico «pico de pájaro» en la unión gastroesofágica, y la endoscopia digestiva alta, fundamental para descartar complicaciones como esofagitis, estenosis o incluso lesiones malignas que pudieran estar simulando los síntomas de la acalasia. Cabe destacar que el tiempo medio desde la aparición de los primeros síntomas hasta el diagnóstico definitivo suele superar los dos años, un período durante el cual muchos pacientes experimentan un deterioro significativo en su capacidad para comer y, por consiguiente, en su calidad de vida general y estado nutricional, lo que subraya la importancia de una mayor concienciación sobre este trastorno tanto entre la población general como entre los profesionales sanitarios.