En España somos de costumbres firmes y rituales sagrados en la mesa. Una de estas prácticas, aparentemente inocentes, podría estar aumentando nuestro apetito sin que seamos conscientes. Ese pequeño vaso de agua fría que tomamos durante las comidas, ese gesto tan habitual en nuestro país, podría ser la razón por la que acabamos repitiendo plato, aunque pensemos que no tenemos tanta hambre.
Aunque suena extraño, lo cierto es que consumir agua fría mientras comemos tiene efectos sorprendentes en nuestro organismo. La temperatura baja del agua hace que nuestro cuerpo tarde más tiempo en detectar la saciedad, disparando así nuestro apetito y provocando que comamos en mayor cantidad. Esta curiosa tradición gastronómica española tiene consecuencias reales, y conocerlas puede ayudar a comprender mejor por qué acabamos las comidas familiares con la sensación de haber comido demasiado.
4¿CÓMO PODEMOS CONTROLAR ESTE EFECTO SOBRE EL APETITO?
La solución es tan sencilla como efectiva: cambiar la temperatura del agua que bebemos durante las comidas. Al optar por agua a temperatura ambiente o ligeramente templada, el cuerpo no tiene que invertir esfuerzo en calentarla, permitiendo una digestión más rápida y facilitando que las señales de saciedad lleguen a tiempo. Con este pequeño cambio, logramos controlar mejor nuestro apetito y evitar excesos no deseados.
Otra alternativa útil es reducir la cantidad de agua fría que consumimos durante las comidas, tomándola principalmente antes o después de comer. De esta forma, seguimos disfrutando de la frescura que tanto valoramos, pero sin interferir directamente en el proceso digestivo ni alterar nuestro apetito. Son pequeños ajustes cotidianos que pueden ayudarnos a mantenernos saludables sin renunciar a nuestras tradiciones favoritas.