Los 28 días del mes de febrero, otro de los grandes misterios de la humanidad, pero que afortunadamente tiene una explicación de lo más sencilla, sólo hay que volver atrás en la historia para entender el fenómeno. Y es que con bastante frecuencia la historia tiene respuestas para muchos misterios actuales, pero parece que nos da “flojera” leer.
¿Te has parado alguna vez a pensar por qué febrero es el enano del calendario? O sea, ¿por qué no le tocó a enero o a agosto ser el corto del grupo? Pues la movida viene de lejos, de cuando los romanos se liaron con sus cuentas y nos dejaron este legado. Vamos a hacer un viajecito al pasado para flipar con cómo febrero acabó siendo el de los 28 días, ¡que tiene su historia y todo!
3El calendario gregoriano: el ajuste final
El calendario juliano molaba, pero con el tiempo empezó a fallar otra vez. Los días se iban acumulando y las estaciones se desmadraban un poquito. Total, que en 1582 llegó el papa Gregorio XIII y dijo: «Esto lo pulo yo». Con el calendario gregoriano afinaron el tema de los años bisiestos como si fueran cirujanos: los años divisibles entre 100 no cuentan como bisiestos, salvo que también lo sean entre 400. ¿Resultado? Un sistema casi perfecto.
Y ahí seguimos: febrero con sus 28 días, y cada cuatro añitos le damos un día de propina para que no se sienta tan marginado. Así que, aunque sea el corto del grupo, tiene su gracia y su razón de ser.