Seguramente cuando visitas un hospital, lo último en lo que te fijas es en los espejos de los ascensores, y es completamente normal, es un lugar que se asocia con preocupaciones, por lo que no hay mucho tiempo para mirarse en el espejo y mucho menos para fijarnos si hay un espejo o no dentro del ascensor.
Los ascensores son como mini universos: entras, te miras al espejo, te arreglas el pelo y listo. Pero, ¿te has dado cuenta de que en los hospitales ese espejo brilla por su ausencia? No es que se hayan olvidado de ponerlo ni que estén ahorrando en decoración. Hay razones súper interesantes detrás de esta movida, y te las cuento con mi estilo desenfadado y sin rollos raros. Prepárate para flipar un poco.
1Los espejos en los ascensores molan, pero no siempre son buena idea
Primero, un dato curioso: los espejos llevan en los ascensores desde los 1850, cuando Elisha Otis los revolucionó y alguien dijo “¡pongamos algo para vernos!”. En los ascensores normales, estos amigos brillantes te ayudan a vigilar quién está detrás (por si las moscas), hacen que el espacio parezca más grande y hasta te salvan de un ataque de claustrofobia. Pero en los hospitales, la cosa cambia. Aquí no quieres que te veas reflejado si estás teniendo un mal día. Imagínate saliendo de rayos con cara de zombie: un espejo sería como un puñetazo al ánimo, y nadie necesita eso.