Frigiliana, el pueblo blanco de España que te enamorará con sus calles empedradas

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Cuando de pueblos españoles y pintorescos se trata, tenemos que hablar de Frigiliana, un auténtico rincón de ensueño en el corazón de la Costa del Sol, ya lo sé, suena a frase elaborada por una agencia de viajes, pero es la forma más exacta de describir este pueblo. Y es que si hay un pueblo en Málaga que parece salido de un cuento, y no de cualquier cuento, sino uno de esos en los que todos son felices, ese es Frigiliana. Esta maravilla se encuentra ubicado en plena Costa del Sol, y es considerado por muchos como un verdadero tesoro andaluz  que combina historia, cultura y unas vistas que te dejarán sin palabras.

Pasear por sus calles empedradas y disfrutar de las fachadas de las casas encaladas es como viajar en el tiempo o simplemente a otro mundo, mientras el aroma de su deliciosa gastronomía te invita a hacer una pausa en cualquier rincón (otro de sus encantos asegurados), vamos que es una experiencia que tienes que vivir para poder entender todo esto que te decimos. En Frigiliana no hay prisas, aquí el tiempo simplemente se ha detenido, porque a este pueblo se viene a disfrutar, a perderse en sus callejuelas y a descubrir todos los secretos que esconde. Así que prepárate, porque este pequeño pueblo blanco tiene mucho que ofrecer.

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La esencia de Frigiliana en su gastronomía

La esencia de Frigiliana en su gastronomía
Fuente: Ayuntamiento De Frigiliana

Pero recorrer este pueblo abre el apetito, y por suerte, aquí la comida es una experiencia en sí misma, es otro de los grandes atractivos de este pueblo, su gastronomía, muy típica de la región. En los restaurantes del casco histórico puedes probar platos como el choto frito en salsa, el potaje de bacalao o las clásicas berenjenas fritas con miel de caña.

En este pueblo los restaurantes combinan tradición y creatividad en cada bocado. Y para los más golosos, no hay mejor manera de terminar la visita que con un vino dulce de la zona, esta sí que es de obligatorio cumplimiento, visitar Frigiliana y no probar sus vinos, es como no haber estado nunca.