Entrar en un ascensor puede ser una experiencia curiosamente incómoda para la gran mayoría de las personas, sobre todo para aquellas que han desarrollo fobia por los espacios encerrados o simplemente sufren de ansiedad social. A pesar de compartir un espacio bastante pequeño y al contacto visual frecuente e inevitable, muchas personas optan por el silencio. ¿Es una cuestión de mala educación, distracción o algo más profundo? La psicología por fin tiene respuestas que explican este fenómeno tan común, y entenderlas puede cambiar nuestra percepción de esas pequeñas interacciones (o la falta de ellas) en el futuro.
1Distracción: cualquier excusa es buena para no hablar en el ascensor cuando sufres de ansiedad social
En un mundo totalmente dominado por la tecnología, lleno de notificaciones y agendas ocupadas, no es extraño que muchas personas suban a un ascensor inmersas en sus pensamientos o mirando el teléfono, es lo más común hoy en día, sobre todo en las grandes ciudades. Esta distracción constante reduce la conciencia del entorno inmediato, incluyendo a las personas alrededor.
Más allá de ser un acto descortés, para muchos de mala educación incluso, esta falta de atención es un reflejo de cómo la modernidad ha cambiado las prioridades sociales. La mente está ocupada con listas de pendientes o conversaciones virtuales, y el entorno físico pasa a un segundo plano. Saludar en el ascensor simplemente no entra en la lista de prioridades del momento, sobre todo cuando se trata de personas jóvenes, por lo que la interacción social queda relegada al silencio.