Siendo el único punto de contacto del coche con el asfalto, los neumáticos hacen más trabajo del que se les atribuye. Y en el caso de los de los coches eléctricos, más aún.
Porque los neumáticos deben asentarse en el asfalto con suficiente firmeza para que los vehículos aceleren, giren y frenen sin derrapar, pero también deben reducir la resistencia a la rodadura lo suficiente como para mantener la eficiencia de la energía, tanto del combustible en uno de combustión como de electricidad en uno eléctrico.
EL TRABAJO DE LOS NEUMÁTICOS SE COMPLICA CON LOS COCHES ELÉCTRICOS
Para los fabricantes de neumáticos, crear el neumático perfecto, uno que equilibre el rendimiento y la durabilidad, es una tarea interminable. En los últimos años, su trabajo se ha complicado aún más por los vehículos eléctricos.
La utilización de las energías renovables para la fabricación de las baterías y para la generación de la electricidad que emplean los coches durante su vida útil y la reutilización y el reciclaje de las baterías son medidas ecológicas que reducen mucho su contaminación.
Pero hay un asunto apremiante que debe abordarse lo más rápido posible: las partículas que desprenden los neumáticos que contaminan de muchas maneras peligrosas.
De hecho, se ha conocido que los neumáticos de los coches eléctricos son más contaminantes que los de combustión debido a sus partículas. Un argumento al que se agarran sus detractores para criticarlos.
Es ahí donde los investigadores han identificado los neumáticos de los coches como uno de los principales responsables de la contaminación por microplásticos en el océano.
EL PELIGRO DE LAS PARTÍCULAS DE LOS NEUMÁTICOS
Los neumáticos, que utilizan caucho sintético derivado de subproductos del petróleo, representan el 24% de su composición. A medida que los coches funcionan, estos materiales se descomponen, lo que provoca la liberación de microplásticos.
Es así que el uso de neumáticos en los coches está causando acumulación de contaminantes nocivos para el medio ambiente. Uno de estos contaminantes es una sustancia química llamada 6PPD, utilizada como aditivo en los neumáticos. Esta sustancia se ha encontrado responsable de la mortandad masiva de salmones en los arroyos de la costa oeste de EE.UU. en la década de los 2000.
El estudio ha sido llevado a cabo por Emissions Analytics, una empresa independiente de pruebas de emisiones con sede en el Reino Unido. Esta empresa ya advirtió en 2022 que las emisiones de partículas procedentes del desgaste de los neumáticos eran 1.000 veces peores que las procedentes del tubo de escape.
En este último estudio, Emissions Analytics concluye que, en conducción normal, las emisiones de partículas por desgaste de los neumáticos son 1.850 veces mayores que las emisiones de partículas del tubo de escape.
«Las tendencias fundamentales que impulsan esta relación son: las emisiones de partículas del tubo de escape son mucho más bajas en los coches nuevos, y las emisiones de desgaste de los neumáticos aumentan con la masa del vehículo y la agresividad del estilo de conducción», según Emissions Analytics.
«Esto significa que aquellos vehículos eléctricos más grandes y con paquetes de baterías mayores aportan una cantidad significativa de peso. Media tonelada métrica de peso de la batería puede provocar emisiones de los neumáticos 400 veces mayores que las emisiones del tubo de escape en el mundo real, a igualdad de condiciones», explica la compañía.
LOS FRENOS DE LOS COCHES ELÉCTRICOS TAMBIÉN CONTAMINAN MÁS DE LO QUE SE PENSABA
Esta nueva fuente de polución no es la única, porque hay otras piezas de desgaste en el coche como son los frenos que también dejan un rastro indeseado en el medio ambiente.
El rozamiento mecánico que se produce en ambos casos libera la mayor parte de partículas microscópicas nocivas y microplásticos que contaminan los océanos, como revelar un reciente estudio de la universidad estadounidense de Yale.
Se trata de un dato revelador que se refrenda con el análisis de la consultora británica Emissions Analytics, que cifra a nivel global los residuos liberados anualmente por los neumáticos en casi 5,5 millones de toneladas de las llamadas partículas finas, es decir, de menos de 2,5 micras de diámetro y que solo son detectables a la vista mediante un microscopio electrónico.
Estos pequeñísimos fragmentos de material desprendido de los neumáticos pueden afectar negativamente a la salud al penetrar directamente en los pulmones por inhalación, pero también siguen el curso de la cadena trófica ya que una gran cantidad de ellos acaba en los océanos, afectando a los animales y las plantas marinos. De hecho, la futura norma de contaminación Euro7 ya tiene previsto limitar este tipo de emisiones y los fabricantes ya están desarrollando soluciones para evitarlas.