Después de meses con la política internacional de Estados Unidos en una pausa técnica por las elecciones, la victoria de Donald Trump ha hecho que se recupere el movimiento. La sorpresa, sin embargo, ha sido que a pesar de los deseos del que será el inquilino de la Casa Blanca, desde el 20 de enero de sentarse a negociar con Nicolás Maduro y Vladímir Putin para resolver la crisis de cada uno de estos países los demócratas han complicado la relación del país norteamericano con ambos mandatarios.
En el caso ucraniano, el permiso de bombardear territorio ruso con misiles de largo alcance fabricados en Estados Unidos, no tiene por qué complicar la relación personalísima que el magnate ha mantenido con Vladímir Putin, pero sí que complica la posibilidad de que este se siente en la mesa de negociación con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para conseguir un alto al fuego permanente en el país europeo.
En Venezuela, donde Trump ha coqueteado con un acercamiento a Maduro para negociar tanto la posibilidad de las deportaciones de venezolanos desde Estados Unidos como mejorar los acuerdos de importación petrolera, la administración de Biden acaba de reconocer a Edmundo González Urrutia como presidente electo tras las elecciones del 28 de julio. Es un movimiento que complica al republicano, pues para reunirse con el presidente venezolano tendría que volver a reconocerle, lo que no solo molestaría a una parte de los votantes latinos, sino a su secretario de Estado, Marco Rubio.
Son dos decisiones que harán que las políticas internacionales del republicano se desarrollen más lento de lo deseado por el presidente, por su partido y por sus votantes. Tampoco es una rareza dentro de la política norteamericana, que por como está diseñado su sistema, obliga al presidente a tomar decisiones rápidamente, pues en tan solo dos años los norteamericanos volverán a las urnas para elegir las dos cámaras del parlamento, una elección que suele castigar al partido de gobierno.
PAZ Y DEPORTACIONES: PROMESAS DE LA CAMPAÑA DE TRUMP
Es un aviso que, aunque no piensan repetir la estrategia de Trump de 2020 y negar el resultado de las urnas, los demócratas no pasarán estos dos meses sentados esperando a la juramentación. Con estos dos movimientos acaban de complicar dos de las promesas de campaña más repetidas por el presidente, aunque también es cierto que son dos de las menos importantes para los votantes que definieron la elección; sin embargo, esto no quiere decir que sean los únicos espacios donde harán lo posible para incomodar al nuevo gobierno.
Ya se ha visto con la reacción al nombramiento del presentador de Fox News, Matt Gaetz, cuyos escándalos sexuales abren la puerta para que se alarguen sus audiencias en el Senado. Por tanto, es evidente que incluso teniendo el control de las tres patas del Gobierno serán dos años complicados antes de las próximas elecciones parlamentarias.
En cualquier caso, será interesante como la administración Biden sigue manejando la situación. Pero al menos es una buena noticia para dos miembros de la administración de Trump, el ya mencionado secretario de estado, Marco Rubio, y Mike Waltz, secretario de seguridad nacional, el primero por su línea dura con Venezuela y el segundo por su línea dura con Ucrania y con China.
¿QUÉ MÁS PLANEA LA CASA BLANCA DE BIDEN ANTES DEL TRASPASO DE PODERES?
En cualquier caso, será interesante saber qué planea hacer la Casa Blanca demócrata estos últimos dos meses. Ya ha condicionado la situación a nivel internacional, al menos alargando sus procesos, pero todavía podrían aplicar medidas como aprobar un nuevo Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés), para alargar los procesos de deportación o aprobar leyes en defensa del aborto.
No es una mala estrategia. Si algo hirió de muerte al partido en esta elección fue mantener la conversación en temas sociales e internacionales y no tener respuesta para lo económico, obligar a Trump a hacer lo mismo es una estrategia interesante de cara a un 2026 que volverá a ser clave para el país norteamericano.