Sí, las gambas tienen el corazón en la cabeza

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Las gambas, tan comunes en nuestras mesas, son mucho más interesantes de lo que solemos imaginar. A simple vista, parecen simples crustáceos de pequeño tamaño, perfectos para una parrillada o una paella, pero en realidad esconden características sorprendentes en su anatomía. 

Una de las curiosidades más impactantes sobre ellas es que, ¡sí, las gambas tienen el corazón en la cabeza! Este peculiar detalle las convierte en criaturas únicas entre los invertebrados marinos, y hoy te contaremos por qué esta estructura tiene mucho sentido para ellas. Vamos a adentrarnos en el mundo de estos curiosos seres y descubrir cómo la naturaleza les ha dotado de una anatomía que es tan sorprendente como útil.

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La estructura ósea de las gambas: un esqueleto externo que protege y permite el movimiento

¡Sí, las gambas tienen el corazón en la cabeza! Un detalle curioso que tal vez no conocías

Las gambas, como otros crustáceos, poseen un exoesqueleto o esqueleto externo que cumple una doble función: les proporciona una coraza protectora y les permite moverse con agilidad en el agua. Este exoesqueleto está compuesto principalmente de quitina, una sustancia resistente y flexible que les da esa textura dura característica. 

Aunque nosotros solemos pensar en los esqueletos como estructuras internas, en el caso de las gambas, el esqueleto cubre su cuerpo externamente y se va mudando periódicamente, un proceso conocido como muda. A medida que el crustáceo crece, necesita desechar su antiguo exoesqueleto para formar uno nuevo que le permita alcanzar su tamaño adulto.

Lo interesante de este exoesqueleto es que, a pesar de parecer rígido, permite el movimiento gracias a pequeñas articulaciones. Las gambas tienen articulaciones en las patas y en el abdomen, lo que les facilita nadar y desplazarse con rapidez para huir de los depredadores o capturar presas. Sin embargo, al tener un exoesqueleto, estas criaturas están limitadas en su crecimiento, y por eso dependen de la muda para aumentar de tamaño. Esta característica hace que su estructura ósea sea un verdadero caparazón de vida y protección en su hábitat submarino.