El diésel, que durante décadas fue el combustible preferido en gran parte de Europa, comienza a despedirse poco a poco en algunas regiones del continente. Las estrictas regulaciones ambientales y los cambios en la percepción pública han hecho que su popularidad disminuya de manera drástica. Países y ciudades, especialmente en Europa, están tomando medidas para reducir su uso, y París se ha convertido en un ejemplo destacado de esta transición al prohibir su venta en varias estaciones de servicio, marcando así un nuevo capítulo en la lucha contra este combustible. A continuación te contaremos cuál será el futuro del diésel en nuestro país.
1Diésel: de líder en eficiencia a amenaza ambiental
En los años 90 y principios de los 2000, el diésel disfrutó de una popularidad indiscutible en Europa. Con la promesa de ser un combustible más eficiente y, en teoría, menos dañino para el medio ambiente, los motores diésel se posicionaron como la opción predilecta de millones de conductores. Uno de los factores determinantes en su auge fue que, por cada kilómetro recorrido, los motores diésel emitían menos dióxido de carbono (CO₂) que sus contrapartes de gasolina, un punto crítico en tiempos de creciente conciencia ambiental.
Además, el consumo reducido de combustible y el coste de uso más bajo frente a los motores de gasolina consolidaron la percepción del diésel como una opción económica y rentable para los consumidores. En España, la demanda de vehículos con motores diésel llegó a representar más del 60% del parque automovilístico, de acuerdo con la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC). Durante mucho tiempo, la preferencia por este combustible parecía inamovible.
Sin embargo, la situación cambió drásticamente en la última década. La creciente evidencia de que los motores diésel, aunque menos emisores de CO₂, liberan cantidades significativas de otros contaminantes, como óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas finas, revirtió la opinión pública. Estos contaminantes son especialmente perjudiciales para la salud pública y han sido vinculados con problemas respiratorios, enfermedades cardiovasculares y una mayor mortalidad en áreas urbanas. El diésel, que una vez fue visto como el salvador ambiental, se convirtió en el enemigo a combatir.