«Ir como Las Grecas». Son de esas expresiones que han sobrevivido a su origen mismo. Todo el mundo la usa sin saber qué significan realmente pero que sabemos cuándo usar y en qué situaciones concretas. Cuando nos hemos bebido hasta el agua de los floreros. Para muchos las creadoras, involuntarias, de la expresión son unas one hit wonder pero para quien se sacude los prejuicios fueron las catalizadoras de una nueva forma de entender el flamenco. Una revolución cultural que empezó hace medio siglo con la publicación de Gipsy Rock uno de esos álbumes llamados a cambiar la música popular. Ella eran Carmela y Edelia ‘Tina’ Muñoz Barrull, para la vida civil; Las Grecas para el siglo.
Dos gitanas que vivían en el madrileño barrio de Pan Bendito y que ya sorprendían a su entorno inmediato con su forma de vestir. Carmela, la mayor, tenía veinte años y una gran vocación artística. Tina, la menor, diecisiete y acompañó a su hermana en una aventura que las convertiría en iconos. Muchos años antes que Rosalía o El Niño de Elche, ellas ya cogieron la tradición musical patria y la dieron un revolcón. Y sin mercadotecnia detrás. El país, que asistía a la agonía de la dictadura y del dictador, no estaba para semejantes inventos.
Pertenecientes a una familia de artistas, Carmela y Tina, emigraron con sus padres a Argentina a mediados de los sesenta. Allí entraron en contacto con la música anglosajona y decidieron hacerla suya. Eso suponía pasarlo por el tamiz del flamenco. En esos años compusieron, sin tener ninguna formación musical más allá del instinto y el talento, Te estoy amando locamente. Sin embargo, este clásico imperecedero aparece firmado únicamente por Felipe Campuzano. Años más tarde, Carmela se lamentaría de que su inexperiencia hiciera que otros se lucraran de su creación.
Para aún faltaban unos años para la explosión. A su vuelta a España las hermanas acabaron actuando en un tablao familiar en Toledo, pero luego volveré a Madrid. Carmela se cansaba de buscar trabajo en los grandes templos capitalinos del flamenco sin que la quisieran contratar. Era rubia y para la España que se habría al turismo y capitalizaba sus tópicos no era comercia una cantaora con pinta de valkiria que se vestía al estilo hippy.
EL IMPULSO DE LOLA FLORES
Un tinte negro y la compañía de la pequeña Tina, Carmela encontró trabajo en Los Canasteros, el tablao que regentaba el mítico cantaor Manolo Caracol, la gran voz del cante jondo de los años 30 y 40 que, además, hizo historia de la crónica popular gracias a su relación escandalosa, para la moral del primer franquismo, con una jovencísima Lola Flores.
Precisamente, ‘La Faraona’ cambió el destino de las dos hermanas. Su buen ojo para los artistas la llevó a ficharlas para su propia sala, Caripén. Se las arrebató a Caracol. En la sala de Lola se daban cita todo el que era alguien en la vida social española. Empezaron a hacerse conocida como Las Grecas porque hacían una particular versión de la canción griega Sagapó. Dos flamencas que se arrancaban a cantar en la lengua de Platón era el colmo del exotismo en los primeros setenta.
Las guitarras fender a todo trapo, el quejío de las hermanas Muñoz y la perfecta fusión de lo recién llegado con lo que siempre ha estado ahí y miras con otros ojos, convirtieron una letra desgarrada digna de la mejor zambra en un tema que se bailaba en las discotecas.
Cuando José Luis de Carlos, de la discográfica CBS, y Felipe Campuzano las vieron interpretar su Te estoy amando locamente decidieron mandar a las hermanas a un estudio de grabación y lanzaron el sencillo con el tema citado y con Amma Immi. Vendieron medio millón de copias y durante cinco semanas fueron número uno de los 40 principales.
Las guitarras fender a todo trapo, el quejío de las hermanas Muñoz y la perfecta fusión de lo recién llegado con lo que siempre ha estado ahí y miras con otros ojos, convirtieron una letra desgarrada digna de la mejor zambra en un tema que se bailaba en las discotecas.
Su primera aparición en la entonces única emisora de televisión en el programa estelar de los sábados, Señoras y señores, a cargo del también revolucionario Valerio Lazarov, hizo historia. La psicodelia en la realización marca de la casa Lazarov empastaba perfectamente con el aire psicodélico del tema.
UN DISCO QUE HIZO HISTORIA
Con estos mimbres para el éxito era lógico que su primer disco se esperase con interés. El álbum Gipsy Rock era un fenómeno desde el mismo momento de su concepción. Se presentó entre gran expectación en el mítico Florida Park del Retiro y allí se dio cita el todo Madrid. Fue una de las primeras apariciones pública de Antonio Gades y Marisol como pareja oficial. Tampoco faltó Lola Flores, foco irradiador de interés público durante más medio siglo. «Son casi tan modernas como yo», sentenció la mítica jerezana. Años después, dicen, acabó enfadada por una versión que la Muñoz hicieron en uno de sus discos de su La zarzamora, una de las canciones más famosas de Lola.
El disco llegó como un sándwich entre los primeros trabajos de Smash, pioneros del rock andaluz, y la explosión del rock gitano en 1975 con la publicación de El patio de Triana, Nuevo día de Lole y Manuel y El sonido Caño Roto de Los Chorbos. Casi nada. Eso sí, ellas estuvieron antes.
Lo que vino después para ellas es sobradamente conocido. Aunque para los críticos su mejor disco fue Casta viva (1977) la cuesta abajo había empezado. Carmela, según la prensa del corazón de la época, protagonizó un intento autolítico en 1978 por un desamor. Mientras Tina comenzaba una vida errática marcada por una esquizofrenia que no le sería diagnosticada hasta 1983. Unos meses después fue entrevistada en televisión por José María Iñigo y su aparición ya hacía intuir que las cosas no iban bien.
El atraco a una farmacia la llevó a acabar en la prisión de mujeres de Yeserías y un devenir complicado con varios ingresos en instituciones para la salud mental y acabó falleciendo en enero 1995 con tan sólo 37 años.
Carmela por su parte ha desmentido algunos de los aspectos más oscuros sobre su biografía. En los noventa intentó resucitar el grupo junto a Alicia Robledo Benavente, conocida como Malicia y fallecida en 2021. El asunto acabó como el rosario de la Aurora con las protagonistas peleándose por los platós. Para entonces ya la leyenda de Las Grecas había superado incluso a sus protagonistas y a modas que intentaron arrumbar su legado en busca de una pretendida modernidad. El Gipsy Rock nació sin pretensiones y con raíz verdaderamente popular sin necesidad de las maniobras del mundo discográfico.