En un giro dramático de eventos, un Terapéuta del Ejido, Almería se encuentra en el banquillo de los acusados, enfrentándose a cargos de homicidio. Según su versión, el incidente se desencadenó durante una transacción de estupefacientes con un amigo, cuando la situación se tornó violenta y el acusado afirma haber actuado en defensa propia. Este caso arroja luz sobre los peligros que acechan en las transacciones ilícitas y los dilemas morales a los que pueden enfrentarse incluso los profesionales de la salud mental. A continuación, profundizaremos en los detalles de este complicado caso.
Compra de Drogas que Termina en Tragedia
El acusado, quien fuera Terapéuta y consumidor habitual de drogas, relata que acudió a la vivienda de la víctima el 12 de julio de 2021 para llevar a cabo una transacción de estupefacientes. Según su versión, la víctima lo recibió «ofuscado» y sin previo aviso, atacó al acusado con un cuchillo de cocina. En medio del forcejeo, el acusado logró arrebatarle el arma y, en un acto que él considera defensa propia, golpeó a la víctima en la cabeza con el cuchillo. Posteriormente, huyó de la escena, recogiendo algunas de sus pertenencias y el teléfono móvil de la víctima.
Contradicciones en la Versión del Acusado
Si bien el acusado mantiene que actuó en defensa propia ante un ataque inesperado, la Fiscal ha señalado ciertas contradicciones en su relato, particularmente en lo referente a los detalles de la agresión y el arma utilizada. Además, el acusado ha reconocido haber hecho declaraciones imprecisas a la policía en el momento de su detención, atribuyéndolo a un estado de «miedo insuperable» por la situación crítica que afrontaba.
Dilemas Éticos y Legales
Este caso complejo plantea serios dilemas éticos y legales. Por un lado, el acusado alega haber actuado en defensa propia ante un ataque imprevisto. Sin embargo, su participación en la adquisición ilegal de drogas y su huida de la escena sin dar aviso a las autoridades, levantan cuestionamientos sobre su responsabilidad. Asimismo, su propia condición de Terapéuta y su historial de detenciones previas por delitos relacionados, agravan aún más la situación y ponen en tela de juicio su idoneidad profesional.
RELACIÓN ENTRE VÍCTIMA Y ACUSADO
Según la declaración del acusado, él y la víctima habían trabado una relación de amistad con el paso del tiempo, incluso saliendo juntos a comer en ocasiones. Sin embargo, esta amistad se encontraba enmarcada en un contexto de consumo y tráfico de drogas, lo cual revela la complejidad de sus vínculos. El acusado ha admitido que, en esa época, era consumidor de drogas pese a tratar de sus adicciones a personas drogodependientes en su labor como Terapéuta.
Esta aparente paradoja entre la profesión del acusado y sus propios hábitos de consumo, plantea interrogantes sobre la coherencia de sus acciones y la posible influencia que el abuso de sustancias pudo haber tenido en el desenlace trágico del incidente. Además, la relación previa de amistad entre ambos podría haber generado una mayor confianza que, eventualmente, pudo propiciar la situación de violencia.
IMPLICACIONES LEGALES Y ÉTICAS
Más allá de la versión del acusado sobre la defensa propia, el hurto del teléfono móvil de la víctima y su posterior ocultamiento plantean serios cuestionamientos éticos y legales. El hecho de que el acusado haya reconocido anteriores detenciones por presuntos delitos de robo a conocidos, agrava aún más su situación y pone en duda su credibilidad y responsabilidad como profesional de la salud mental.
Asimismo, el retraso en dar aviso a las autoridades sobre lo sucedido y su presencia en las cercanías de la vivienda de la víctima sin prestar auxilio, sugieren una conducta sospechosa que dificulta la clara definición de los hechos. Estos elementos, sumados a las contradicciones señaladas por la Fiscal, complican la determinación de culpabilidad y ponen en tela de juicio la integridad ética del acusado.
CONCLUSIÓN
Este caso revela la intrincada y delicada naturaleza de las relaciones entre profesionales de la salud mental y sus pacientes, especialmente cuando se ven involucrados en actividades ilícitas. La versión del acusado sobre la defensa propia choca con los indicios y contradicciones que surgen en la investigación, dejando en el aire interrogantes sobre la responsabilidad y credibilidad de un Terapéuta que, paradójicamente, también era consumidor de drogas.
Más allá de las implicaciones legales, este caso plantea serios dilemas éticos sobre los límites de la profesión, la coherencia de las acciones y la salvaguarda de la vida humana. A medida que se desarrolle el juicio y se escuchen los testimonios de los testigos, se espera que se arroje mayor luz sobre los hechos y se pueda determinar con claridad la responsabilidad del acusado en este trágico desenlace.s que él no tuvo intención de matarlo sino que únicamente trató de «defenderse» después de que este le atacara con un cuchillo de cocina que le arrebató y con el que le golpeó en la cabeza, de forma que se marchó de la vivienda sin saber si la víctima estaba viva, según su versión.
«Cuando le clavé el cuchillo se giró y se apoyó en la mesa donde yo tenía mis cosas. Las agarré, abrí la puerta de la casa con llave y la cerré con llave», ha explicado el acusado durante su declaración en el juicio con jurado en la Audiencia Provincial, el que la Fiscalía pide para él 13 años de prisión por un delito de homicidio junto con otro leve de hurto, ya que en su marcha se llevó también el teléfono del fallecido.
El acusado ha reconocido que él compraba sustancias estupefacientes a la víctima, con la que trabó una relación de amistad con el paso del tiempo por lo que en ocasiones salían juntos a comer. Asimismo, ha apuntado que solía frecuentar su vivienda pese a que vivía en Aguadulce ya que, en ese tiempo, era consumidor de drogas pese a tratar de sus adiciones, por su profesión, a personas drogodependientes.
Así, ha indicado que la mañana del 12 de julio de 2021 acudió a la casa de la víctima para comprar estupefacientes y abonarle parte del dinero que le debía, de modo que llegó a la vivienda mientras fumaba un cigarrillo y pasó directamente a la cocina, donde la víctima le recibió «ofuscado», según ha descrito.
«Empezó a decir cosas que no entendía, que le habían quitado algo y que estaba hasta los huevos», ha narrado el acusado, quien ha explicado que acto seguido la víctima «cogió un cuchillo de la encimera» y trató de atacarle «en el pecho», por lo que él mismo cogió el arma «con las dos manos» y «toda la fuerza» que tenía mientras le pedía que parara.
La situación, según la versión del acusado, dio lugar a un «forcejeo» durante el cual fue herido en el tronco y se hizo cortes en las manos. «No sabía lo que estaba pasando y sentía que me iba a matar», ha detallado el acusado para precisar que, en una segunda embestida, consiguió «quitarle el cuchillo» al tiempo que lo habría «agarrado por el cuello».
Yo lo único que pensaba era salir de allí. Y lo único que hice entonces fue darle con el cuchillo así en la cara», ha manifestado con gestos ante el tribunal durante su declaración en la que la fiscal ha apreciado ciertas contradicciones con la versión dada por el acusado en instrucción en relación a los lugares a los que se dirigieron los ataques y el objeto empleado en la agresión.
UN MIEDO «INSUPERABLE»
El acusado, quien ha achacado su falta de memoria en algunos aspectos la «situación crítica» por la que pasó un miedo «insuperable», ha reconocido que tras la detención que se practicó semanas después no pudo determinar el arma empleada en el ataque, dado que «pensaba que era cualquier cosa, un destornillador» en base a los cortes que presentaba en la mano y que, ante los agentes, aseguró que se había hecho «con un alambre» en el cortijo de su padre.
Del mismo modo, ha explicado que cuando se marchó de la vivienda, cogió recogió en una mochila varias pertenencias que había dejado sobre la mesa de la cocina y las llaves de la vivienda, con las que abrió la puerta y luego cerró por fuera para que la víctima «no le siguiera». Según su versión, en el momento en el que arrambló con sus cosas, se llevó también, sin pretenderlo, el teléfono de su amigo.
El terapeuta ha dicho que todo pasó en cuestión de «minutos» y ha achacado al tiempo que permaneció en su coche, mientras se tranquilizaba, las horas que según la investigación policial en base a la posición de los teléfonos móviles habría pasado en el interior de la vivienda.
Acto seguido, según ha explicado, condujo hasta el barrio de Las 200 Viviendas de Roquetas de Mar donde residía un conocido que regentaba un punto de drogas, a quien le entregó el teléfono móvil de la víctima y en cuya casa dejó las llaves de la vivienda de El Ejido. «Le dije que lo guardara y que metiera su tarjeta en el móvil», ha explicado para detallar que su amigo era «una persona muy consumidora» a la que «llevaba cosas» y que solo poseía «una tarjeta SIM».
El acusado ha admitido que no pensó en devolver el teléfono a la víctima ni en llamar a emergencias para que acudieran a socorrerlo porque tampoco pensó que podría estar muerta, así como tampoco acudió a urgencias a tratarse las heridas de las manos pese a sufrir cortes «profundos».
«No se lo conté a nadie porque no tenía a quién», ha justificado antes de asegurar que pasó una semana hasta que supo que la víctima había fallecido, pese a que estuvo por las inmediaciones de su vivienda para tratar a otros pacientes con los que pasaba terapia a domicilio. «Me asusté, se me cayó el mundo encima», ha manifestado pese a que, incluso en ese momento, asegura que dudó de que él hubiera provocado su muerte.
El acusado ha reconocido anteriores detenciones por presuntos delitos de robo a otros conocidos, toda vez que asegura que dio su ADN para esclarecer la investigación cuando se lo pidieron en el juzgado, donde confesó una «pelea» pero no el crimen, ha aclarado.
El juicio tiene previsto continuar este viernes con la declaración de los testigos, que también declararán el próximo lunes antes de dar paso a la prueba pericial.