Las fiestas populares del verano multiplican los problemas de ruido

Para bien o para mal, la viralidad de cuentas y organizaciones como ‘Ruido Bernabéu’ o ‘Stop Mad Cool’ han hecho que el tema del ruido en las grandes ciudades sea un tema importante de conversación. Lo cierto es que la discusión entre la importancia de eventos culturales, ocio y descanso se ha extendido en las redes, con las conclusiones variando dependiendo de los ayuntamientos involucrados o el tipo de evento. Pero hasta hace poco las fiestas populares de los barrios se habían escapado de esta conversación, sin embargo, las fiestas de Sants en Barcelona o las fiestas de San Cayetano y la Paloma en Madrid han recordado el problema. 

Aunque no hay duda que este tipo de eventos forman parte del calendario social de la mayoría de las ciudades de España, las mismas pueden generar el mismo caos y el mismo ruido que grandes eventos como los conciertos en el Bernabéu o los grandes festivales. Sumado a que al ocurrir en las calles ocupan un mayor espacio es más complicado aún mantener el control sobre los asistentes, como lo muestra el reciente reportaje de ElPeriódico que señala que hubo varios destrozos y se han robado parte de las decoraciones presentadas por los vecinos para la fecha. 

En casos como las fiestas de la Latina complican la situación, las dificultades para recoger a tiempo y evitar el desorden posterior. Los vecinos suelen señalar la suciedad de las calles la mañana posterior a las fiestas, un problema que además se repite casi todos los fines de semana en la zona debido al mercado de El Rastro. Sin embargo, los vecinos de la zona al menos pueden celebrar que el límite horario de las fiestas, alrededor de la una de la mañana, permite al menos dormir a quienes tienen que convivir con las fiestas que entre las celebraciones de Lavapiés y la Latina se alargan por más de una semana. 

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En otros casos, como las fiestas de Ripollet de vuelta en Cataluña, la música termina agarrándose hasta las 4 de la mañana. Incluso algunos vecinos han reportado que tras el ruido de las fiestas en la noche tienen que enfrentar el ruido de las obras de la zona y terminan conectando con el festival de metal Ripollet Rock, una tradición de la ciudad, pero que al conectar con los otros problemas se convierte en un incordio para los vecinos. 

EN LA BÚSQUEDA DEL EQUILIBRIO

A diferencia de eventos como el Mad Cool, o incluso otros festivales más establecidos como el Primavera Sound, no hay tantas organizaciones dedicadas a atacar las fiestas y verbenas del verano. El hecho de que sean organizadas por los ayuntamientos, y que sean parte de la tradición de los pueblos y ciudades los ha protegido, pero la realidad es que a medida que hay más conversaciones sobre el tema es normal que la organización de estos eventos tengan un mayor escrutinio. Es una situación interesante, y apunta a la necesidad de buscar un equilibrio si se quiere que los vecinos también puedan disfrutar de este tipo de actividades. 

Parece evidente en primera instancia que la mejor manera de hacerlo es tomando lo que cada una de ellas logra de la otra. Es clave tener la capacidad de recoger rápidamente y limpiar las calles para retomar el día a día, y también es clave poner horas límite para que los vecinos afectados puedan descansar. De lo contrario, ninguna de las dos partes podrá disfrutar del evento, y puede traducirse en protestas como los vecinos de la Latina lanzando agua desde las ventanas a los asistentes a las fiestas. 

De igual forma entra la conversación sobre el turismo. Aunque esto no es necesariamente un problema para Madrid o Barcelona en otras locaciones, las fiestas del verano son también una atracción turística. La Tomatina de Valencia, la hoguera de San Juan en Alicante y, por supuesto, los míticos San Fermines de Pamplona son imanes tanto para el turismo interno como para viajeros internacionales. Por tanto, es importante cuidar estos eventos, aunque es clave hacerlo sin dañar la relación con quienes viven en la zona. 

EL VERANO Y SUS FIESTAS ESTÁN POR TERMINAR

Pero de momento parece que en la mayoría de los casos las soluciones tendrán que esperar un año. El verano en España está por terminar y con él se despiden la mayoría de las fiestas y grandes festivales, pero mientras tanto la conversación alrededor del ruido de los grandes eventos privados se mantiene viva. 

En cualquier caso, no es una mala noticia que esta conversación haya vuelto al día a día de los españoles. En la práctica es difícil de resolver del todo el problema, pero al menos es importante hacer el intento de mejorar la relación de los vecinos con este tipo de eventos.