Prepárate para las multas: la DGT estrena un nuevo radar de tramo que asusta

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La Dirección General de Tráfico (DGT) ha anunciado la instalación de un nuevo radar de tramo en la Autovía del Cantábrico A-8, específicamente en el área de Saltacaballo, cerca de Castro Urdiales. Este dispositivo, que se espera esté plenamente operativo en septiembre, forma parte de una iniciativa más amplia para mejorar la seguridad vial en España. La noticia ha generado un considerable temor entre los conductores, no solo por la introducción de un nuevo sistema de control de velocidad, sino también por los cambios que conlleva en los límites de velocidad y en la manera en que se gestionará su implementación inicial. ¡Aquí te contaremos cómo funcionará este nuevo dispositivo!

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Más allá de la velocidad: Los beneficios colaterales de los radares de tramo

Más allá de la velocidad: Los beneficios colaterales de los radares de tramo

Aunque el control de la velocidad es el objetivo primario de los radares de tramo de la DGT, su implementación conlleva una serie de beneficios adicionales que van más allá de la mera reducción de excesos de velocidad. La DGT ha destacado varios de estos beneficios colaterales que contribuyen a mejorar no solo la seguridad vial, sino también la eficiencia del tráfico y el impacto ambiental de la conducción.

Uno de los beneficios más significativos es la contribución a un tráfico más fluido. Al fomentar velocidades más constantes y reducir los ciclos de aceleración y frenado bruscos, los radares de tramo ayudan a mantener un flujo de tráfico más uniforme. Esto no solo mejora la comodidad de los conductores, sino que también puede reducir la congestión en tramos habitualmente problemáticos.

Desde una perspectiva ambiental, la conducción más uniforme promovida por los radares de tramo tiene un impacto positivo en la reducción de emisiones contaminantes. Las aceleraciones y frenadas constantes asociadas con los radares puntuales tienden a aumentar el consumo de combustible y, por ende, las emisiones de gases de efecto invernadero. Al mantener una velocidad más constante, los vehículos operan en su rango de eficiencia óptima, lo que se traduce en un menor consumo de combustible y una reducción en la huella de carbono del transporte por carretera.