La celebración de la selección española de fútbol por la consecución de la Eurocopa 2024 ha dejado imágenes imborrables, como también gestos de rabia y un fuerte carácter de Carvajal, más fiel a sus principios que la protocolo. La desilusión, no obstante, se ha concentrado en Cangas de Onís, con todo el pueblo congregado en la plaza para ver a los suyos luchar en el Gran Prix, que finalmente no se ha emitido por el jolgorio de los de Morata, Carvajal, Lamine, Unai y Navas, entre otros.
En el asunto protocolario con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el gesto de Carvajal no ha pasado inadvertido para nadie. El hasta ahora jugador del Real Madrid ha dado un insulso saludo al jefe del Ejecutivo, con tibieza en la fuerza y sin mirarle a los ojos. Asimismo, la desgana en La Moncloa se hacía muy palpable cuando apenas han aplaudido los jugadores a Sánchez y quienes lo han hecho han dado pocas palmadas. Una imagen que dista y mucho de la celebración con el Rey Felipe VI, a quien conminaron a agarrar el ansiado trofeo y elevarlo al cielo con el resto de jugadores esperando el gesto.
MORATA, MAESTRO DE CEREMONIAS Y LANZADOR DE VASO
Carvajal, además, ha salido sin camiseta para celebrar con los presentes y miles de aficionados las presentaciones moderadas por un desatado Álvaro Morata. El ahora delantero del AC Milan jugó la Eurocopa tras hablar con Bojan y Andrés Iniesta. Los tres han atravesado duros procesos mentales, con una fuerte depresión que han sido capaces de dominar y superar.
Un paso por el desierto del que se sinceró el ex del Atlético de Madrid en plena celebración en el terreno de juego de Berlín y que se ha hecho también palpable este lunes. Subido a la cabecera del autobús, un muchacho levantaba un cartel con el siguiente escrito: «Morata, yo tampoco la meto».
Fuera una broma de mal gusto o un mensaje contra el rojiblanco, la realidad es que una vez percatado del cartel, Morata le ha lanzado un vaso desde lo alto del autobús, con fuerza, con rabia, quizá la que llevaba dentro tras tantas y tantas críticas por no haber materializado en goles las ocasiones en el torneo. Pero Morata está hecho de otra pasta, lejos de cerrar su carrera con la selección, el joven de 32 años tuvo un papel más que destacado, abriendo espacios, arrastrando defensas y mostrando que aún hay fútbol en sus botas y no todo es gol.
No obstante, mostrar la rabia en público es impropio de un capitán recién ascendido a la gloria europea. Faltan cosas que perfilar y trabajar, pero en caliente, como está pasando desde el pitido final de Berlín, se está mostrando otro carácter desconocido y que dista del ambientazo trasladado públicamente desde el vestuario.
GIBRALTAR ESPAÑOL RETUMBA EN CIBELES
En la celebración, como no podía faltar cuando se gana a Inglaterra -independientemente de si es una final o un amistoso- se gritó alto y claro: «Gibraltar español». Las 23 gargantas al unísono en el escenario y coreados por miles de españoles. Lo más sorprendente es Rodri y Cucurella, que juegan en Manchester y Londres, respectivamente. Pero es una victoria de una selección, no de un club. El gesto se revuelve contra los propios mensajes del Manchester City y del Chelsea, que pusieron sendas fotos de sus jugadores en redes sociales para ser partícipes de la gesta española. Todo un gesto de respeto.
En el lado opuesto, la desilusión de Cangas de Onís. Este lunes era el día para el Grand Prix, el programa más divertido, o al menos uno de los más familiares, del verano. La larga celebración de la Selección se ha comido su lugar en la parrilla televisiva, dejando a todo un pueblo sentado en mitad de la plaza del municipio asturiano y con caras de pocos amigos. El programa no se ha ido a la 2 ni a otra cadena, se ha cancelado su emisión y dejado a Ramón García toreando ‘vaquillas’ en solitario. Quizá las audiencias manden más que el entretenimiento.
Como dato a tener en cuenta, Cibeles esta vez no rebasó los niveles de ruido, pero sí de horarios. ¿Multará el Consistorio a la Selección o a sí mismo como organizador del evento?