Si Joe Biden pierde las elecciones de noviembre, la historia recordará que bastaron 10 minutos para destruir una presidencia. Estaba claro que se iba a producir un desastre político en cuanto el comandante en jefe, de 81 años, subió al escenario de Atlanta para situarse a dos metros del expresidente Donald Trump en lo que puede convertirse en el debate presidencial más fatídico de la historia.
La actuación de Biden fue objetivamente la más floja desde que John F. Kennedy y Richard Nixon iniciaron la tradición de los debates televisados en 1960. A los pocos minutos del debate, presentado por CNN, los demócratas empezaron a sentir pánico ante la idea de afrontar las elecciones con una figura tan disminuida al frente de la candidatura. Según Ron Klain, entrenador jefe de Biden en los debates, se puede perder un debate en cualquier momento, pero solo se puede ganar en los primeros 30 minutos. El tono de la noche se fijó mucho antes de la media hora, y la actuación del presidente fue devastadora.
Es demasiado pronto para saber cómo responderán los votantes y si el presidente podrá rescatarse a sí mismo. Biden apenas superó a Trump en estados clave en la contienda de 2020, y su índice de aprobación estaba por debajo del 40% antes del debate. Bastarían unos pocos miles de votantes que le abandonaran para devolver a Trump a la Casa Blanca. No ha habido ningún indicio público de que Biden sea incapaz de cumplir con las obligaciones de la presidencia, pero a juzgar por lo visto el jueves, su capacidad para comunicarse con el país y vender su visión de un segundo mandato se ve gravemente comprometida.
Si el debate era la mejor oportunidad del presidente para dar la vuelta a una carrera ajustada con Trump, fue un fracaso. Biden terminó la noche con el Partido Demócrata en crisis, con serias conversaciones entre bastidores sobre si su candidatura es ahora sostenible, a dos meses de la Convención Nacional Demócrata. La actuación de Biden en el debate hizo saltar las alarmas entre los demócratas, y su voz débil, a veces reducida a un susurro, no ayudó. Sus respuestas cayeron en la incoherencia, y perdió oportunidades para atacar a Trump en temas clave como el aborto e inmigración.
La vicepresidenta Kamala Harris intentó desviar la atención de la actuación de Biden hacia la amenaza que representa su oponente republicano. Harris afirmó que, aunque el comienzo fue lento, el final fue fuerte, y que Joe Biden está luchando en nombre del pueblo estadounidense. Sin embargo, los mejores momentos de Biden llegaron demasiado tarde en el debate, cuando la mayoría de los espectadores ya se habían formado una buena impresión.
Ver a un presidente luchando ante millones de personas que lo veían por televisión en todo el mundo fue duro de ver. Como cuestión de humanidad, la personificación de los estragos de la edad que aguardan a todo el mundo fue dolorosa. La campaña de Biden reveló durante el debate que había estado resfriado, pero para entonces, el daño ya estaba hecho. Biden había entrado en el debate enfrentándose a una prueba sombría: demostrar a la mayoría de los estadounidenses que creen que es demasiado viejo para servir que es vital, enérgico y capaz de cumplir con sus obligaciones en un segundo mandato.
La debilidad de Biden en el debate desencadena el pánico entre los demócratas
El reciente debate televisado entre el presidente de los Estados Unidos y el expresidente Donald Trump ha generado una considerable preocupación entre los miembros del Partido Demócrata. La actuación de Biden, que a menudo fue descrita como débil y titubeante, no logró transmitir confianza a sus partidarios. Con 81 años, Biden es el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos y su desempeño en el debate no ayudó a disipar las dudas sobre su capacidad para liderar el país.
El presidente actual de los Estados Unidos, que estaba recuperándose de una gripe, mostró signos visibles de malestar físico durante el debate. En varias ocasiones, su voz sonó ronca y áspera, y cometió varios lapsus que fueron rápidamente aprovechados por Trump para burlarse de él. «No sé qué ha dicho y creo que él tampoco lo sabe», dijo Trump en uno de sus comentarios más mordaces, subrayando la percepción de que el presidente actual estaba fuera de su elemento.
El impacto de la actuación de Biden fue inmediato. Según varias fuentes dentro del Partido Demócrata, la palabra «pánico» comenzó a circular entre los miembros del partido. La preocupación se centró en si Biden podría continuar siendo un candidato viable para las elecciones presidenciales. Algunos demócratas incluso empezaron a cuestionar la posibilidad de reemplazar a Biden antes de las elecciones de noviembre.
Por otro lado, Trump capitalizó cada error de Biden con su habitual estilo combativo. La encuesta de la CNN reflejó que el 67% de los espectadores consideraron que Trump ganó el debate, lo que consolidó la percepción de que el expresidente estaba en mejor forma que su oponente. Este resultado se alinea con los comentarios en las redes sociales, donde muchos usuarios también vieron a Trump como el claro vencedor.
El equipo de Biden intentó minimizar el impacto del debate. La vicepresidenta Kamala Harris admitió que hubo un «comienzo lento», pero aseguró que el presidente terminó fuerte. Sin embargo, estas afirmaciones no lograron calmar las aguas entre los demócratas, quienes siguen preocupados por la capacidad de Biden para competir eficazmente contra un Trump que parece revitalizado y más agresivo que nunca.
El debate también trajo a la luz temas delicados como la edad de Biden y los problemas legales de Trump. Biden intentó subrayar la incompetencia de Trump a pesar de ser solo tres años menor que él, mientras que Trump se presentó como una figura robusta y enérgica. Esta confrontación de estilos y capacidades solo sirvió para aumentar la incertidumbre sobre la fortaleza de Biden como candidato.
La reacción de los medios y los analistas políticos fue contundente. La CNN calificó la actuación de Biden como un «desastre político», sugiriendo que el debate podría haber sido una de las peores presentaciones de un presidente en ejercicio. Esta evaluación solo reforzó la sensación de crisis dentro del Partido Demócrata, que ahora debe lidiar con las implicaciones de un presidente que lucha por mantenerse a la altura de las demandas de la campaña.
Trump aprovecha el desliz de Biden y se presenta como un líder más fuerte
Donald Trump por su parte, aprovechó cada desliz del presidente actual para posicionarse como un líder más fuerte. Desde el inicio, Trump no dejó pasar ninguna oportunidad para señalar las debilidades de su oponente. Biden, que a menudo titubeó y mostró signos de fatiga, proporcionó el terreno perfecto para que Trump destacara su propia energía y determinación.
Trump capitalizó especialmente los momentos en que Biden parecía perder el hilo de sus pensamientos. En varias ocasiones, Biden carraspeó y su voz sonó ronca, lo que Trump no dudó en explotar. «No sé qué ha dicho y creo que él tampoco lo sabe», dijo Trump, subrayando la percepción de que Biden estaba desorientado y no en su mejor forma. Este tipo de comentarios resonaron fuertemente entre los espectadores.
Los ataques de Trump no se limitaron a la salud y la coherencia del actual presidente. El expresidente también criticó la gestión de Biden, presentándose como el candidato más capacitado para liderar el país. Trump destacó sus logros económicos y su firme postura en temas de inmigración y seguridad, contrastándolos con lo que describió como la débil y errática gestión de Biden. Este enfoque permitió a Trump proyectar una imagen de fuerza y control.
Las encuestas reflejaron el impacto de la estrategia de Trump. Según un sondeo de la CNN, el 67% de los televidentes consideró que Trump ganó el debate. Esta percepción fue aún más marcada entre los votantes republicanos, el 96% de los cuales afirmaron que Trump se desempeñó mejor que Biden. Estos resultados subrayan el éxito de Trump en capitalizar las debilidades de su oponente.
El equipo de campaña de Trump también aprovechó las redes sociales para amplificar sus mensajes. Clips de Biden titubeando y las burlas de Trump se viralizaron rápidamente, reforzando la narrativa de que el expresidente es más enérgico y competente. Los estrategas de Trump utilizaron estos momentos para destacar su vitalidad y desacreditar la aptitud de Biden para un segundo mandato.
La actuación de Biden, en contraste, sembró el pánico entre los demócratas. Fuentes dentro del partido expresaron su preocupación por la capacidad de Biden para competir efectivamente contra Trump en las próximas elecciones. Algunos incluso comenzaron a debatir la posibilidad de reemplazar a Biden como candidato, una señal de la gravedad de la situación.
Trump, por su parte, utilizó estos temores a su favor. En sus discursos posteriores al debate, enfatizó la incertidumbre dentro del Partido Demócrata y se presentó como la opción más segura y estable para los votantes. Este mensaje, dirigido tanto a sus seguidores como a los votantes indecisos, buscó consolidar su posición como el candidato más fuerte y confiable.
En resumen, el debate permitió a Trump proyectar una imagen de fuerza y liderazgo frente a un Biden que luchaba visiblemente para mantener el ritmo. Al capitalizar los deslices de su oponente y resaltar sus propias cualidades, Trump logró presentarse como el líder más fuerte, una estrategia que parece haber resonado entre los votantes y sembrado dudas significativas en las filas demócratas.