La sociedad actual se encuentra en un momento de transición, donde la Inteligencia Artificial (IA) se está convirtiendo en una parte integral de nuestras vidas. Esta tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, transformando la forma en la que interactuamos, trabajamos y tomamos decisiones. Es crucial que como sociedad seamos conscientes de los beneficios y los desafíos que plantea la IA, y aprendamos a aprovecharla de manera responsable y ética.
En este contexto, el catedrático del Departamento de Inteligencia Artificial de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la UNED, Jesús González Boticario, ha inaugurado el curso de verano ‘Procedimientos de diseño, implementación y despliegue de sistemas de Inteligencia Artificial de Alto Riesgo’. Este evento reúne a especialistas de diversos campos para discutir los requerimientos básicos de la Ley sobre Inteligencia Artificial de la Unión Europea y abordar las implicaciones legales y éticas de su aplicación.
LA EVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y SU IMPACTO EN NUESTRA VIDA DIARIA
La Inteligencia Artificial está permeando todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo los más cotidianos. González Boticario enfatiza que el avance de estas tecnologías ha sido vertiginoso, «volando» en solo unos pocos años. Esto significa que la IA «nos va a rodear» en todos los ámbitos, lo que conlleva tanto beneficios como desafíos.
Por un lado, el catedrático constata que hay investigadores «emocionados» con el buen uso de la IA, ya que puede mejorar la eficiencia en múltiples áreas, como la salud o la automoción. Sin embargo, también reconoce que existe una faceta más oscura, con «otros que sacan manifiestos hablando de los riesgos». Es decir, el peligro y el mal uso de la IA son una realidad que no se puede ignorar.
En este sentido, González Boticario cree que el ser humano es lo suficientemente inteligente para que, a la larga, las cosas se «naturalicen» y prevalezca esa «cara bonita» de la Inteligencia Artificial. Para ello, es fundamental lograr una «simbiosis» y un «sistema de colaboración mutuo» entre los seres humanos y los sistemas inteligentes, donde se combine una adecuada gestión de datos y un tratamiento responsable de la privacidad.
EL PAPEL DE LA LEGISLACIÓN EN LA REGULACIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Uno de los aspectos clave que aborda el curso de verano es la reciente legislación europea sobre Inteligencia Artificial. Según el experto, esta normativa puede resultar «limitada» y debería clarificar y delimitar mejor las responsabilidades.
El catedrático advierte que, si no se habilitan sistemas «más viables», existe el riesgo de que Europa haga leyes maravillosas que después sean «saltadas» por países como Estados Unidos o estados asiáticos, donde precisamente se desarrollan las herramientas de IA más utilizadas.
Por lo tanto, es fundamental que la sociedad en su conjunto sea consciente de que los sistemas de IA se pueden utilizar tanto para bien como para mal, y que las personas deben saber cómo reclamar sus derechos «como personas y como profesionales».
LA CONFIANZA Y LA EXPLICABILIDAD COMO PILARES FUNDAMENTALES
Para lograr este objetivo, el experto propone sustituir el sentimiento de miedo que puede instalarse en parte de la población por el de la «confianza» en que el uso del sistema de IA está sujeto a unas condiciones en las cuales se garantizan los derechos de las personas y se pueden hacer valer.
Otro aspecto «fundamental» es la «explicabilidad», que se produce cuando se puede interpretar y entender cómo un algoritmo ha obtenido sus predicciones o resultados. Esto es crucial para generar confianza y transparencia en el uso de la Inteligencia Artificial.
En conclusión, la Inteligencia Artificial está transformando nuestra sociedad a un ritmo acelerado, lo que implica tanto oportunidades como riesgos. Para aprovechar los beneficios de esta tecnología de manera responsable, es necesario que como sociedad seamos conscientes de sus implicaciones y trabajemos en la creación de un marco regulatorio y ético que garantice los derechos de las personas. Sólo así podremos alcanzar una «simbiosis» entre los seres humanos y los sistemas inteligentes, donde prevalezca la confianza y la transparencia.