Los animales domésticos muchas veces no tienen donde vivir, y es por eso que la «loca de los gatos» ha quedado en la memoria de todos. Este apodo le pertenece a María Dolores Rivero o simplemente Lolita Pluma, como todo el mundo la conocía. A grandes rasgos, esta señora cuidaba a sol y luna la vida de un montón de felinos sin hogar, dándoles de comer y preservando su integridad.
Con padres argentinos, esta ‘loca’ (por su actitud desfachatada) vivió la mayor parte de su vida en la ciudad de Las Palmas, dándose a conocer en el parque de Santa Catalina desde muy joven. De origen humilde, se acercaba a este lugar a vender chicles, golosinas y cosas para niños pintadas, cuál payaso, pero acompañada por todos estos gatos que mencionamos, algo que parecía grotesco, pero que con el tiempo pasó a ser encantador.
Lolita Pluma, una mujer que de loca solo tenía el apodo
Estuvo en esa plaza durante décadas, desde bien temprano y hasta que desaparecía el sol por las tardes. Era toda una atracción la loca de los gatos, en donde los niños, además de comprarle golosinas, se quedaban jugando con estos animales que no tenían a donde ir. Tiempo después, en realidad se dieron cuenta que su hogar era bajo el ala de Lolita Pluma, quien nunca los dejó solos en España.
¿Y qué hay de su otro apodo, Pluma? Pues bien, gracias a su padre, Lolita era una de las pocas personas en Las Palmas que sabía escribir justamente con una pluma, por lo que sencillamente ese mote le quedó por siempre. De todos modos y pese a saber leer y escribir, no pudo completar el colegio, algo que la apenaba, pero que quiso olvidar mediante su encanto y desfachatez.
El reconocimiento a la loca de los gatos tras su fallecimiento
La loca de los gatos iba todos los días, llueva o truene, al parque Santa Catalina y sus alrededores, siempre pintada en exceso y vestida de forma muy singular. Siempre se la veía dando de comer a los gatos que por allí rondaban, sin pedir absolutamente nada cambio. Conforme fue pasando el tiempo, Lolita se fue ganando el cariño y el respeto de la gente, siendo la principal atracción del lugar, pese a que nunca buscó eso.
Para el dolor de todos, la loca de los gatos, Dolores o simplemente Lolita; murió el 21 de febrero de 1987 a los 82 años, en el Hospital Insular de Gran Canaria. Tras su pérdida, como si el final de una obra de teatro se tratara, la felicidad y vida del parque se apagó por mucho tiempo, hasta qué tiempo después el Ayuntamiento decidió crearle un monumento, en donde quedó inmortalizada junto a los gatos que siempre acompañó.