En el corazón de la bulliciosa ciudad de Nueva York, se alza un monumento a la ingeniería y la arquitectura, la Grand Central Terminal, la estación de tren más grande del mundo; conocida cariñosamente como “Grand Central” por los neoyorquinos, esta estación de tren no solo es un importante centro de transporte, sino también un ícono cultural y un tesoro histórico que ha celebrado su centenario en 2013.
A diario, miles de personas transitan por sus majestuosos pasillos, ya sea para tomar un tren hacia algún destino cercano o lejano, para admirar su impresionante arquitectura o para disfrutar de su vibrante ambiente; la Grand Central Terminal es mucho más que una simple estación de tren; es un testimonio de la grandeza de una época, un punto de encuentro para la comunidad y un recordatorio de la capacidad humana para crear obras maestras duraderas.
1Un siglo de historia: De la ambición a la realidad con la estación de tren más grande del mundo
La historia de la Grand Central Terminal se remonta a finales del siglo XIX, cuando la ciudad de Nueva York experimentó un auge sin precedentes en su crecimiento, la necesidad de una estación centralizada que conectara las diferentes líneas ferroviarias que llegaban a la ciudad era cada vez más evidente.
En 1871, el magnate ferroviario Cornelius Vanderbilt concibió la ambiciosa idea de construir una estación monumental que no solo facilitara el transporte, sino que también representara el poder y la prosperidad de la ciudad. Tras años de planificación y construcción, la Grand Central Terminal fue finalmente inaugurada en 1913, convirtiéndose en la estación de tren más grande del mundo en ese momento.