Esta semana ha cumplido 100 años el que fuera el estudio más importante de la época dora de Hollywood. Hablamos por su puesto del rugido del león, la Metro Goldwyn Mayer, el estudio de estudios y el creador de una forma de hacer y entender el cine que marcó al resto.
La Metro, como empezó a ser conocida por aquellos días, surgió un 17 de abril de 1924 tras la fusión de tres pequeños estudios. Esos tres partes fueron los estudios Metro, los Goldwyn y la pequeña productora Mayer, en la que estaba Louis B. Mayer que tras la fusión se puso al frente de los estudios recién creados.
Mayer era el prototipo de triunfador dentro del llamado sueño americano. Nacido en Europa, Minsk (Bielorrusia) y de origen judío comenzó en Estados Unidos como chatarrero, posteriormente compró un teatro y lo convirtió en sala de cine, repitiendo la operación varias veces por todo el país hasta la fusión de su productora y convertirse en el hombre fuerte de la Metro.
El director de los estudios tuvo fama de mano dura, el mismo se jactaba de dominar a todas la estrellas de la compañía. De ideología conservadora, llegó a ser el hombre mejor pagado de Estados Unidos. Además, Mayer fue un patriarca para todos sus subordinados y dirigió los estudios como una gran familia en la que el era el padre de todos.
El Magnate tuvo dos habilidades para ejercer su poder. La primera de ellas era acertar siempre en las designaciones para los trabajos y películas con directores y guionistas. Mayer siempre daba en el clavo en la formación y dirección de los equipos de trabajo. La segunda de esas virtudes era la capacidad de Mayer para descubrir nuevas estrellas y talento para surtir a los estudios.
NUEVA FORMA DE HACER CINE
La Metro creó una nueva de ver el cine en las cercanías de la creación del sonoro. Para los estudios lo importante no era reflejar la vida en la gran pantalla. En la Metro se trataba de buscar la diversión como eje fundamental de la película. Durante la duración del film se pretendía que los espectadores se evadieran de la realidad y disfrutasen al máximo el rato que estaban en el cine.
La Metro hacía películas familiares con el género de aventuras y los melodramas como ejes de sus producciones. Tenían en nómina a Clark Gable, el galán por antonomasia de esa época, y por supuesto dominaban los musicales, el género por excelencia de la compañía. Gracias a ellos el público podía viajar a lugares y mundos de ensueño.
Por otro lado, los estudios dirigidos por Mayer crearon el conocido ‘Starsystem’. Un sistema por el cual los actores pasaban a ser las estrellas por encima de directores y guionistas. La Metro les hacía firmar unos contratos largos a los actores garantizándolos el trabajo a largo plazo, pero a cambio los actores debían trabajar a destajo y no podían rechazar ningún papel. Los estudios controlaban incluso la vida privada de los artistas gracias a una cláusula de moralidad. Gracias a este sistema la Metro podía decir a finales de los años 30 que «tenían más estrellas que el mismo cielo», un eslogan que acabó siendo el lema de la compañía.
A nivel estructural Mayer se sirvió del productor Irving Talbert, que se convirtió en el vicepresidente de la compañía, para estructurar a los estudios como una cadena de montaje. Todo estaba dividido en departamentos: guionistas, directores, maquilladores, músicos, entre otros. Se trabajaba de continuo, unas 50 películas al año que solían ser exitazos de taquillas, 32 platós funcionando a tope con 6.000 trabajadores.
Los estudios eran una pequeña ciudad, con su policías, su cuerpo de bomberos y su oficina de correos. Una oficina desde la cual se respondían a todas las cartas que los fans enviaban a sus estrellas. Un sistema piramidal donde la clase baja eran los extras y la clase altas las estrellas, por encima incluso de los directores y en la cúspide de esa pirámide estaba Mayer, dirigiéndolo todo.
La época dorada de los estudios duró hasta finales de los 50, cuando las leyes antimonopolio acabaron con el control que los estudios tenían sobre las salas de cine. Fue un declive lento pero progresivo, que la generalización de la televisión aceleró. Un declive que acabó con el Hollywood dorado, una época en el que la Metro fue referencia para el resto de estudios por su estilo y su forma de hacer.