La ciencia suele ser muy tajante con cosas relacionadas al azar, el destino y todo tipo de supersticiones. De todas maneras existen millones de personas repartidas por todo el mundo que no solo creen en estas cosas, sino que además les otorga una vital importancia. Entre tantas cábalas se destaca la de cruzar los dedos, algo que según la creencia popular simplemente da buena suerte.
Incluso hasta suele ser una frase común la de «a cruzar los dedos», dando a entender que confía plenamente (basado en algo no sustentable) en que todo saldrá positivamente. Ahora bien, ¿De dónde surge esto? Antes de explicar porqué se asocia esta forma que hacemos con nuestra mano con la buena suerte, hay algunas salvedades dignas de explicar: No para todos tiene el mismo valor.
¿Y la ciencia? Los sitios en donde cruzar los dedos tiene poco que ver con la buena suerte
Si bien la ciencia da un argumento sólido sobre este comportamiento (pronto lo sabremos), en Vietnam le dan otra connotación: les parece que los dedos cruzados se asemejan a los genitales femeninos, por lo que es un gesto obsceno, en especial si se realiza mientras observas o te diriges a otra persona, siendo equivalente a levantar el dedo del medio en el hemisferio occidental.
Esto viene de una vieja costumbre pagana, pero fue mutando. Antes se necesitaban dos personas para cruzar los dedos, en donde los índices de cada personas se entrelazaban y se creía que sus deseos quedarían guardados cumplirse. No obstante también tiene raíces en el cristianismo, ya que a mediados del año ¡300! los fieles romanos eran perseguidos. En momentos complicados cruzaban sus dedos para invocar el poder de la crucifixión de Jesús, pero además se saludaban en secreto también de ese modo.
¿Qué dice la ciencia sobre cruzar los dedos?
Como a todo, la ciencia trata de buscarle una explicación a las cosas y el hábito de cruzar los dedos no fue la excepción. Explica que es un gesto que calma el dolor hasta el punto que puede hacerlo desaparecer, eso si se trata de dolores en los dedos similares a agarrarse la mano con una puerta o martillarse uno de los dedos. Lo que sucede, además, es que entrelazar los dedos confunde la manera en la que nuestro cerebro procesa las sensaciones de dolor, frío y calor.
Por supuesto que no queremos dejar pasar por alto cuando se dice una «mentira piadosa» y posteriormente se cruzan los dedos, creyendo que esto nos exime. En cuentas claras, todo pasa por un proceso en el cual nuestro cerebro toma esta costumbre como algo positivo, ya que puede calmar un dolor o bien, hacernos sentir con suma confianza. Nunca viene mal tener un placebo al alcance de la mano (justamente) y que sea inofensivo.