La presencia de radares en las carreteras españolas ha dejado de ser un fenómeno estacional. Lo que en principio parecía una estrategia puntual de la Dirección General de Tráfico (DGT) para reforzar la vigilancia durante períodos vacacionales como Semana Santa, se ha convertido en una realidad omnipresente en el paisaje vial del país.
España ha experimentado un aumento vertiginoso en el número de sistemas de control de velocidad instalados, situándose a la vanguardia de Europa en cuanto a densidad de radares por kilómetro de carretera. Según el último informe del Observatorio de Radares, elaborado por la compañía Coyote, la cifra alcanza los 3,35 radares por cada 10.000 kilómetros, prácticamente al mismo nivel que Francia (3,74) y muy por encima de Portugal (0,92). Esta proliferación de dispositivos ha desatado un acalorado debate en torno a las verdaderas motivaciones que impulsan esta estrategia. En este artículo te contaremos cuál es el verdadero plan de la DGT y cómo busca ampliar la red de radares para evitar los accidentes de tráfico. ¡No te lo pierdas!
3Carreteras convencionales: el foco de atención
Uno de los aspectos más destacados del informe es la concentración de dispositivos de control en carreteras convencionales y ciudades, en comparación con autovías y autopistas. Según los datos, el 37,60% de los radares se encuentran en zonas urbanas, mientras que el 36,62% están ubicados en carreteras secundarias. Esta distribución responde a una preocupante realidad: tres de cada cuatro fallecidos por accidentes de tráfico se producen en carreteras convencionales, según informes de la Dirección General de Tráfico (DGT). Las autoridades han optado por reforzar la vigilancia en estas vías, que suelen presentar mayores riesgos debido a la presencia de cruces, intersecciones y tráfico mixto.