En las oscuras sombras de la Guerra Fría, donde la paranoia y la desconfianza reinaban, surgió la idea del gato espía de la CIA; se conoció como la Operación Gatito Acústico. Entre 1961 y 1966, la CIA se embarcó en la ambiciosa misión de convertir a gatos callejeros en agentes secretos, equipándolos con micrófonos diminutos para grabar conversaciones privadas en embajadas enemigas.
Esta increíble idea surgió de la necesidad de encontrar métodos de espionaje más discretos y efectivos; los métodos tradicionales, como el uso de agentes humanos o dispositivos electrónicos voluminosos, se volvían cada vez más riesgosos y detectables, mientras que, los gatos, con su naturaleza sigilosa y capacidad para pasar desapercibidos, se perfilaron como los candidatos perfectos para esta misión clandestina.
6El entrenamiento se centraba en tres áreas principales
Los gatos seleccionados eran sometidos a un entrenamiento riguroso por parte de los expertos en conducta animal que comprendía el desarrollo de diversas habilidades, entre las que se encontraban:
- Aclimatación: Los gatos eran expuestos a diversos entornos y sonidos para acostumbrarlos a situaciones inesperadas.
- Obediencia: Se les enseñaba a obedecer órdenes básicas a través de un sistema de recompensas con comida.