Gabriel García Márquez es, con permiso de Cortazar, Borges y Vargas Llosa, el autor más importante del conocido ‘boom latinoamericano’. Novelas como ‘Cien años de Soledad’, ‘Crónica de una muerte anunciada’ o ‘El coronel no tiene quien le escriba’ son claves para entender la región, la literatura de su tiempo y el conocido ‘Realismo Mágico’ que definió ese momento en las letras hispanas. Su peculiar forma de ver el mundo y de construir los textos ha sido siempre un factor clave para abordar su trabajo.
Su muerte en 2014 nos dejó sin el privilegio de leer algo nuevo de su trabajo con su última novela hasta entonces, ‘Memorias de mis putas tristes’ publicada 10 años antes, en 2004, y el propio autor consideraba que su deterioro mental hacía imposible que siguiera escribiendo. Pero su familia ha decidido rescatar un manuscrito sin publicar titulado ‘En agosto nos vemos’, que llega ahora a las estanterías de la mano de Random House.
Es un libro que el autor consideraba de poca calidad, pero sus hijos consideraron que aunque no mantiene el nivel de sus obras maestras, es un buen libro y una pieza interesante de su extensa bibliografía. Al mismo tiempo, ha generado una discusión sobre el propio autor, y si una obra que él consideraba inferior debía quedarse guardada en un cajón de Colombia, o de la biblioteca de la Universidad de Texas, que archiva los documentos del autor.
Pero sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, han decidido que vea la luz del día a pesar de los deseos de su padre. Gabriel García Márquez había incluso pedido que se destruyera el libro para evitar su publicación póstuma: «Este libro no funciona, hay que destruirlo» recoge la cita de sus hijos. Es una situación delicada, después de todo, como lo aceptan los familiares del autor mientras el manuscrito existiera en algún momento sería publicado.
EL LEGADO EXTENSO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Con más de 40 libros publicados, entre compilaciones de cuentos, crónicas periodísticas, novelas, ensayos y alguna combinación de varias de estas cosas como ‘Noticia de un secuestro’ o ‘Relato de un náufrago’ es complicado repasar toda la bibliografía del colombiano, que además de ser respetado fue uno de los autores más prolíficos de su época, es también un autor dispuesto a cambiar de estilo de una novela a otra y de un formato a otro.
Es diferente leer a Gabriel García Márquez, periodista, al novelista o al cuentista, aunque no hay duda de que estos aspectos influenciaron otras partes de su trabajo. En particular, es evidente que su acercamiento literario al periodismo tiene mucho que ver con su trabajo en la ficción larga, donde la idea de crónica termina permeando su ficción, en particular ‘Noticia de un secuestro’ y ‘Crónica de una muerte anunciada’, ambos textos construidos alrededor de noticias reales, pero permitiendo que la ficción los devore.
Su única «novela histórica» merece una mención aparte. ‘El general en su laberinto’ una deconstrucción melancólica del mito de Simón Bolívar que narra los últimos días en la vida del casi mitológico liberador latinoamericano, tan colombiano como venezolano, deja clara su disposición a romper con la realidad cuando la ficción lo pide. A pesar del estudio que hizo de la vida del personaje en profundidad, nunca ha sido un secreto que jugó como quiso con su personalidad y que introdujo piezas de sí mismo en el General.
NOVELAS PÓSTUMAS: UNA REALIDAD COMPLICADA
Gabriel García Márquez no es el primer autor con parte de su trabajo publicado después de su desaparición física. El colombiano se suma con la aparición de ‘En agosto nos vemos’ a una lista que incluye a Frank Herbert, Thomas Wolfe, Pablo Neruda, Ricardo Piglia o Julio Cortazar. No es una lista menor, que demuestra que nombres como el del autor de ‘Cien años de Soledad’ siguen generando fascinación años después de su partida, y siguen siendo rentables a pesar de su muerte.
Pero por momentos parece una línea complicada. La conversación sobre si realmente se debe publicar un trabajo cuyo autor original decidió que no estaba a la altura, no son todos los casos, Herber o Neruda dejaron obras inconclusas y en el caso de Cortazar se trató más bien de organizar los ensayos publicados en vida. Ese es el balance que debe asumir la editorial y la familia.
Al mismo tiempo, al no destruir el libro, Márquez se condenó a que su última historia viera eventualmente la luz del día. En un mundo tan conectado era complicado imaginar que quedará guardada para siempre en los archivos de la universidad de Texas, y al menos ahora podemos despedirnos del autor de la forma correcta: Leyéndolo.