En el mundo de la gastronomía, hay creaciones que trascienden el simple acto de alimentarse para convertirse en auténticas obras de arte culinarias. Las croquetas caseras siempre serán mejores que las de supermercado, ya que su exterior crujiente y su relleno cremoso las convierten en una de esas delicias que han conquistado paladares alrededor del mundo. Y en el centro de esta pequeña joya gastronómica se encuentra el secreto: la bechamel. Este arte de hacer una bechamel perfecta para las croquetas es un viaje culinario que se remonta a siglos de historia y evolución.
La bechamel, conocida también como salsa blanca, tiene sus raíces en la cocina francesa del siglo XVII. Su nombre se atribuye al marqués Louis Béchamel, un importante personaje de la corte de Luis XIV. Aunque el marqués no inventó la salsa, su reputación en la corte le dio el honor de bautizarla con su nombre.
La bechamel no tardó en cruzar fronteras y adaptarse a las diversas cocinas europeas. En España, su presencia se hizo notoria especialmente en la cocina tradicional, donde la bechamel se convirtió en un componente esencial de las croquetas caseras.
3Maridaje y acompañamientos de las croquetas:
Las croquetas caseras, con su exquisito relleno y la suavidad de la bechamel, se prestan perfectamente para ser acompañadas por una variedad de vinos y salsas.
Para maridar, un vino blanco seco, como un Sauvignon Blanc o un Albariño, complementa la cremosidad de las croquetas sin abrumar los sabores. También se puede optar por un cava o champagne para agregar un toque festivo.
En cuanto a las salsas, la clásica mayonesa alioli o una salsa de tomate con hierbas frescas son opciones tradicionales que realzan los sabores de las croquetas. Experimentar con salsas picantes, como una salsa de pimientos, puede agregar un toque emocionante.