El gran reto de ‘Berlín’ es el mismo de cualquier precuela: Como construimos tensión, si el protagonista no puede acabar mal aquí, después de todo tiene que morir en la casa de la moneda al final del primer robo de ‘La Casa de Papel’. Pero lo que sorprende es que esta nueva serie de Netflix, donde repiten como guionistas Alex Pina y Esther Martínez Lobato, no parece demasiado preocupada por crear esta tensión. Es que más allá de los problemas que enfrentan los personajes, es claro que este nuevo robo está menos interesado en la tensión insoportable del thriller y más en la diversión de las viejas historias de robos.
Para entender: Si ‘La Casa de Papel» bebía de Michael Mann y ‘Heat’, el clásico de 1995, esta nueva serie sigue el tono marcado por la trilogía ‘Ocean ‘s Eleven: Hagan juego‘ de Steven Soderbergh. Es decir, aquí la duda no es si podrán escaparse, es como lo harán y si en el camino ‘Berlín’ además del dinero puede quedarse con la chica. De hecho, si hay alguna tensión viene por las relaciones interpersonales de los personajes, y por la posibilidad de que el protagonista reviente y le haga daño a alguno de los miembros de esta nueva pandilla.
Es que si algo sí recupera esta nueva serie es la monstruosidad de Andrés de Fonollosa. Berlín no solo es un ladrón brillante y carismático, es también narcisista, mentiroso, manipulador, violento, violador y controlador. Es un ser tan interesante como cruel y, afortunadamente, Pedro Alonso no deja nunca que se pierda esta combinación, dejando siempre a la luz lo que el personaje intenta guardarse bajo la piel, y dejando claro que su presencia puede lanzar todo en caos de un momento a otro.
En este caso el caos viene por su interés en ‘la chica’, es decir, en Camille, interpretada por la mexicana Samantha Siqueiros. Como no podía ser de otra forma, el personaje es la esposa de la víctima del gran atraco alrededor del cual gira la temporada. De hecho, uno de los puntos clave es que mientras Berlín, hipócrita como el resto de los dictadores, exige que no haya relaciones interpersonales en la banda, él no solo se enamora en pleno atraco, sino de la persona que más podría complicar la situación.
Por supuesto, esto no significa que le hagan caso. Es que, junto al robo, las relaciones de los otros 5 ladrones son centrales para la historia y afortunadamente son personajes interesantes más allá de su relación con Berlín. Desde la cínica Cameron de Begoña Vargas, el apaleado Roi de Julio Peña Fernández, pasando por la nerd Keila de Michelle Jenner o el tosco Bruce de Joel Sánchez, cada uno se puede describir rápidamente, aunque caigan en algunos clichés del género.
La excepción quizás es el Damián de Tristán Ulloa. Voz de la experiencia, en los robos y en lidiar con Fonollosa. El personaje tiene la conversación más interesante con el protagonista, y es más que capaz de enfrentarlo de frente, aun en los momentos menos oportunos para el robo.
UN ELENCO MENOS INTERESANTE QUE ‘LA CASA DE PAPEL’
Aunque siempre es injusto comparar al spin off con el producto original, las referencias estéticas son demasiadas como para evitarlo del todo, y lo cierto es que si un problema tiene la serie es que los nuevos personajes no son tan interesantes como la banda original. Aquí no hay una Tokio, un Denver, un Moscú, una Nairobi, un Helsinki o un Río, figuras de la original tan fáciles de ubicar que no hace falta mencionar ni al actor principal. Tampoco hay ese punto de empatía con los suyos que tenía el Profesor, un jefe mucho más amable que Berlín.
Pero esto no quiere decir que los nuevos personajes no cumplan su cometido. Son piezas en el plan central y cuyas relaciones son las que finalmente crean grietas en el mismo, incluso cuando todo parece que debería estar resuelto. Es quizás el truco de magia de la serie, divertirnos con esta combinación central de monstruitos, que a pesar de ser ladrones y mentirosos, parecen mejores personas al lado de su líder.
‘BERLÍN’ SE ENTREGA A LA DIVERSIÓN
El otro punto es que en esta ocasión no hay espacio para «La Resistencia». Tampoco es una mala decisión, si hay un problema con la serie original es que sus dos o tres momentos de rebeldía se sentían vacíos. Eran más gestos cercanos a lo antisistema que un marco ideológico en el que meter la historia. Más Blink-182 que The Clash.
El dejarlo de lado también hace que sea más fácil aceptar los puntos ridículos inherentes con la serie. No solo desde cómo se planea el robo parisino, sino el hecho que desde el principio el apodo de ‘Berlín’ sea ‘Berlín’ o bien que al parecer Estrella de Galicia es la cerveza más popular de Francia. Esta nueva precuela está feliz de ser solo un divertimento, y no es nada mala en eso.