Óscar Puente sigue en lo suyo. «No sé si Ayuso estará alimentando boicots, pero lo que tengo claro es que nosotros mismos no nos vamos a autoboicotear», esa fue la reacción del ministro de transporte y movilidad sostenible al más reciente descarrilamiento del servicio de cercanías en Madrid. Su declaración viene tras varios comentarios de la presidenta de la comunidad sobre los problemas del servicio, e incluso un mea culpa del secretario del PSOE en Madrid, Juan Lobato, y demuestran la estrategia que ha mantenido con el servicio: Entregarlo junto con la responsabilidad de sus problemas a las comunidades autónomas.
Es que no hay demasiada diferencia entre pasar el problema a otros responsables, como lo está haciendo en Euskadi y Cataluña por acuerdos de gobernabilidad, y en Madrid señalar a una presidente que no tiene potestad sobre el servicio. Ahora, viendo que Madrid no ha hecho siquiera el ademán de solicitar la gestión del servicio, parece intentar señalar a la presidenta de la comunidad por los problemas, aunque hasta el momento la gestión del Cercanías está en manos de Renfe y del ministerio de transporte.
Por supuesto que es una declaración sin fundamentos hasta el momento, como lo asume el mismo Óscar Puente, al asegurar que simplemente se hará una investigación sobre el accidente. Al mismo tiempo, se evidencia que, aunque sea desde una cartera, que parece tan «poco política» como transporte, el ministro sigue siendo visto como un perro de ataque por el Gobierno y está intentando apuntar contra Ayuso, aunque probablemente lo esté haciendo desde uno de los puntos débiles históricos de su propio ministerio, después de todo los problemas del Cercanías son anteriores a su llegada al cargo, y a la llegada de la presidenta al suyo.
De hecho, la actual «epidemia» de descarrilamientos en Madrid empezó con la gestión de Raquel Sánchez, y el expresidente de Renfe, Isaías Táboas. De hecho, la mayor controversia de sus predecesores, la compra de trenes en Cantabria que no entraban por los túneles de la vía, fue precisamente para el Cercanías. Si el ministro quisiera señalar algún culpable, aunque más bien debería enfocarse en resolver la situación, es posible que lo consiga en su antecesora, aunque su reacción actual demuestra que probablemente no esté en el cargo para resolver problemas del sistema de transporte.
ÓSCAR PUENTE: DE FALLIDO ALCALDE DE VALLADOLID A UN MINISTERIO PASANDO POR ATACAR A FEIJÓO
Lo cierto es que hasta hace poco la figura de Óscar Puente no era demasiado conocida en la política nacional. Más allá de las opiniones sobre su gestión en Valladolid, no había mucho que decir de su carrera, al menos hasta el fallido intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo hace unos meses. Allí, aprovechando que no pudo repetir en el cargo tras ser el partido más votado por la alianza entre Vox y el PP, fue el encargado de atacar el intento del gallego de calificar como ilegítima la futura investidura de Pedro Sánchez.
Al parecer ha sido una intervención celebrada dentro del PSOE, pues han premiado a un alcalde derrotado electoralmente con un ministerio de mucha visibilidad. Es cierto que es uno donde los usuarios del transporte público lo señalan cada vez que hay un retraso de envergadura, pero también es verdad que le permite hablar de cada comunidad autónoma.
De hecho, la guerra abierta que tiene con Díaz Ayuso es una demostración del uso que le está dando a Puente el Gobierno: Es el perro de ataque de la presidencia contra las figuras más fuertes dentro del PP, pero también es cierto que más allá de las opiniones particulares que se pueda tener sobre ella, la presidente de la Comunidad de Madrid ha demostrado que suele ser bastante capaz de lidiar con este tipo de ataques.
LOS PROBLEMAS DEL TRANSPORTE QUE SIGUEN ALLÍ
Pero mientras Puente usa su tiempo y su energía para enfrentarse a Ayuso, hay problemas nacionales de transporte que siguen sin resolverse. Desde el traspaso prometido del Rodalies pasando por terminar proyectos como el corredor Mediterráneo o la Y vasca que por un motivo o por otro han quedado congelados. También tiene que lidiar con una inminente segunda etapa de la liberalización, y cómo seguir manteniendo ese complicado equilibrio con los nuevos participantes en el «juego de trenes», y como seguir llevando sus trenes, y sus mayores frecuencias, a zonas de España donde hasta ahora no se ha planteado la posibilidad.
A esto hay que sumar, por supuesto, las constantes incidencias por descarrilamiento en la capital. Aunque a Puente no le guste que desde la Comunidad se diga que son «rehenes» del Cercanías, no deja de ser verdad, no solo por los descarrilamientos, sino también por los problemas permanentes de puntualidad, y la poca transparencia para explicar los mismos a los usuarios.
«Haremos todo lo necesario para proteger a los madrileños de la despreocupación de Sánchez por el Cercanías», insistía en X, la red social antes llamada Twitter, la mandataria. Lo cierto es que por momentos pareciera que en la práctica la meta de Puente no es resolver el problema, sino que no lo culpen del mismo.