Durante la sesión de investidura, la vicepresidente primera, Yolanda Díaz habló de la importancia de la cultura para España y de los precios de conciertos y festivales, cada día más altos y seguramente encaminados a seguir subiendo. Pero más allá de celebrar el bono cultural como solución y hablar de lo importante que es Rosalía para su hija, la líder de Sumar no habló más del tema ni presentó soluciones. Es que si bien todo apunta a que su partido estará encargado del ministerio de cultura en la próxima legislatura.
Tampoco es una novedad, aunque a los miembros del actual Gobierno les haya servido la cultura como herramienta de campaña. Casos como el del presidente paseando por el podcast de ‘la pija y la quinqui’ y hablando de lo que escucha en su Spotify o esta reciente mención de la cantautora catalana muestran una decisión de acercarse a los jóvenes usando su lenguaje cultural, pero que, por un lado, no parece demasiado honesta y por otro deja de lado los problemas reales.
Es que mientras que Díaz se preocupa por lo difícil que es pagar para ir a un festival, no nombra las salas de concierto, donde muchos jóvenes se encuentran por primera vez con artistas de su edad y muchos músicos encuentran su público, de acercar a la gente al teatro lejos de las grandes marquesinas o bien de acercarlos al cine de autor. No es que los grandes festivales o los múltiplex no tengan su espacio, pero económicamente no son negocio para los emergentes.
Es que la única medida sobre cultura que se incluye en el acuerdo entre el PSOE y Sumar es el bono cultural joven, aunque para el bono la juventud se reduce al año en que se cumplen 18 años. Originalmente pensada no solo como una forma de acercar a los jóvenes al mundo cultural, sino como un subsidio indirecto para un sector que fue especialmente golpeado por la pandemia. Pero los problemas del sector, y de quienes hacen vida en el mismo, no se resuelven con que los recién graduados puedan ir al Mad Cool.
Al menos de momento parece importante que el Ministerio de Cultura, que parece quedará en manos del catalán Ernest Urtasun, no tenga que repartir su tiempo con el deporte. Pero solo es un paso inicial, no una solución al problema de un sector clave para el día a día de un país, y más uno tan complejo como España.
UN BONO CULTURAL QUE NO ALCANZA Y UNA LARGA LISTA DE PROBLEMAS POR RESOLVER
Más allá de para lo que pueda o no usarse el bono cultural, vale señalar que directamente no alcanza para todo lo que le gustaría a quienes lo reciben. Con un límite de 200 euros para la música en directo, los otros 200 se reparten entre cine, la compra del formato físico o bien la compra de productos digitales. Aunque ya el proyecto dio un importante paso adelante al no apartar los videojuegos, no deja de ser un bálsamo solo útil para los que cumplen 18 años.
Pero más allá de este pequeño ingreso, es importante dar un paso para que el acceder a la cultura no se quede en un regalo para quienes llegan a la mayoría de edad. Estrategias para acercar a los ciudadanos a las artes emergentes, espacios donde los artistas de todo tipo puedan crear y formas de ayudarlos a conectarse con empresas que les permitan desarrollar su potencial para poder vivir de la cultura. Son puntos que no están en el acuerdo y aunque Sumar ha hablado de una «ley de cultura» y el PSOE de un «acuerdo de estado» para el sector, la realidad es que no ha avanzado ninguna de las iniciativas.
LAS MEDIDAS SIGUEN SIENDO NECESARIAS PARA EL SECTOR CULTURA
En cualquier caso, alcanza hablar con un artista emergente o con los dueños de una sala pequeña o mediana para saber que no están en la mejor situación. Aunque la idea de ver la cultura como un derecho y no solo como una industria, la realidad es que quienes trabajan de ella siguen necesitando métodos para su propio sustento, en especial estos artistas de «clase media» que afrontan la vida sin poder vender millones de entradas y con un mercado de streaming que se sabe no genera el mismo dinero para ellos que la época del CD.