King Gizzard and the Lizard Wizard es una banda especial. El grupo australiano tiene poco tiempo bajo los reflectores, con poco más de una década desde el lanzamiento de su primer disco, ‘12 Bar Bruise’ (2012), pero en ese tiempo se han convertido en uno de los grupos más prolíficos del rock, lanzando 24 discos en ese tiempo (incluyendo años en los que lanzaron más de 4 álbumes completos en los 12 meses).
Pero el lanzar tantos discos no solo ha sido una manera de expandir su catálogo y de capturar algunos streams de más en Spotify, sino también de experimentar con sonidos distintos. Rock de garage, progresivo, indie, jazz y experimentación con sonidos micro tonales, son una banda más que capaz de saltar de sonidos haciendo cada uno de sus discos un misterio absoluto hasta el momento de empezar a reproducir. Es quizás la única banda que puede anotar a Thelonious Monk, AC/DC, Hall and Oates y King Crimson entre sus influencias.
Esto hacía que para los fanáticos españoles su paso por Madrid fuese un misterio. Aterrizando en la capital como parte de la iniciativa ‘Primavera on tour’ del Primavera Sound era difícil que planeaban los miembros de King Gizzard and the Lizard Wizard en la tarima de La Riviera. Pero en esta ocasión el grupo aposto por las canciones que podían transportar al público a dimensiones fantásticas. ‘Shangai’, ‘Dragon’ o ‘The Dripping Tap’ sirvieron para que los presentes entraran al espacio mental que la banda deseaba.
Es que en vivo una de las decisiones que debe tomar el grupo es por donde quiere llevar la energía del concierto. Desde canciones existenciales, pasando por piezas apocalípticas, el catálogo del grupo es demasiado extenso y ecléctico como para simplemente tocar algunos de sus grandes éxitos y pasar la página. Por tanto, poder atrapar al público y plantearse un ritmo ideal antes de empezar a tocar es quizás la clave de un concierto de los australianos.
KING GIZZARD LLEVA A LA RIVIERA AL BORDE DE LA EXPLOSIÓN
Esto no quiere decir que la banda no aprovechara los momentos de mayor intensidad para demostrar la velocidad a la que pueden llevar sus canciones, y su capacidad para hacer que el público salte. La seguidilla de tres temas de su lado más heavy, ‘Predatro X’, ‘Supercell’ y la propia ‘Dragon’ fueron coreadas con una fuerza impresionante al pensar que estamos hablando de una tarima «pequeña», al menos para un grupo bastante acostumbrado a espacios importantes del cartel de grandes festivales.
Pero incluso más allá de las canciones conocidas y explosivas la mayoría de la energía del grupo se evidenciaba en sus pequeñas sesiones de improvisación. Como se puede esperar de un grupo tan influenciado por el jazz la banda dedicó casi una cuarta parte del concierto a improvisar desde las melodías de sus canciones. Pero estos momentos no restaban energía a sus composiciones, sino que les permite usar la tarima como un espacio clave para expandir las ideas más complicadas de sus temas, y que quizás no entren en las versiones de 5 o incluso de 15 minutos.
LA FANTASÍA COMO CARTA DE PRESENTACIÓN
Si algo comparten los miembros de la banda australiana con sus predecesores en el género es su relación con la fantasía y la ciencia ficción. Es algo que comparten con sus predecesores como Led Zeppelin o Rush. En tarima son ‘Dragon’ y ‘Crumbling Castle’ las que mejor capturan esta faceta de la banda, pero es evidente que no desean que se olvide por su puesta en escena.
Con la pantalla y las luces saltando de la estática a figuras mitológicas y escalofriantes, aunque siempre con un toque evidente de psicodelia, es evidente que el grupo entiende esto como un punto clave de la experiencia de la audiencia. Es quizás la mejor forma de guiar la experiencia de ver a un grupo tan extraño y ecléctico en tarima.