José Romero «Josito», comenzó en el mundo del toreo como las figuras antiguas, con muchas ganas, un carnet firmado por tres personalidades del mundo del toro: Ángel Gómez Escorial, Eduardo Flores y Andrés Caballero, y su traje de luces. Así empezó su carrera, con poco más que una gran afición, sacrificio y valor, buscando así su hueco en distintas corridas de toros de la Comunidad de Madrid.
Unos inicios duros como torero, ya que, al no estar en una escuela taurina las oportunidades son más reducidas. Por eso, mientras intentaba entrar en el mayor número de corridas, compaginaba su vida como torero con su trabajo de camarero en San Sebastián de los Reyes.
Durante su juventud convivió entre los dos mundos e incluso recuerda con cierta añoranza e ilusión las tardes en las que se cambiaba en el almacén del bar, salía vestido con su brillante traje de luces y se subía a un coche rumbo a un pueblo de Madrid donde iba a vivir una tarde más, su sueño. Y aunque esas tardes para él eran únicas, tras siete años de compaginar estos dos mundos decidió poner punto y final a su carrera de torero.
José Romero recuerda perfectamente como sucedió esa ultima tarde con su traje de luces. Fue en una corrida en Galapagar, «tengo recuerdos de ese día de hacer los mejores pases de pecho que he dado en mi vida, di también alguna Verónica muy buena. Pero dije hasta aquí hemos llegado». Una difícil decisión pero que José Romero la apoya en una única reflexión, «si vales te apoderan, te ven, te buscan y el que no vale, no vale. Hay que ser así de sincero». Además señala que, «tú sabes como has toreado, no hace falta que nadie te lo diga».
Esa tarde era el final de «Josito» como torero y guardó su terno en el armario junto a su muleta, el capote, las tardes en el campo, los tentaderos, los viajes en coche vestido de torero, las corridas en televisión y las visitas a la plaza de toros. Guardó su afición y su ilusión durante diez años.
La despedida de José el torero y la bienvenida al banderillero
Después de diez años su afición enterrada volvió a surgir, «yo me di cuenta que donde era feliz era en la plaza de toros. Veía a mis amigos toreando, banderilleando y me daba envidia sana. Cogí un día a mi mujer y mis hijas y les dije que quería ser banderillero. Quería sentir otra vez lo que era estar delante de los animales y vestir de torero».
José Romero destaca lo importante que es también el apoyo de la familia para él y cuenta como tenía pensado que si una de ellas decía que no quería que volviese a ese mundo, él no volvería. Pero entendieron que su lugar y donde él más feliz era, es la plaza de toros y le apoyaron.
Así comenzaba José Romero una nueva carrera dentro del mundo del toro, el de banderillero y como ya hizo en su momento como torero lo hizo por su cuenta. En su caso, para ser banderillero tenía que sacarse un carnet, «yo no debuté con caballos en su momento, entonces tenía que hacer 25 novilladas sin picar y después pasé a ser banderillero de novillos picados».
Una decisión que afrontó con todas sus ganas pero que también tuvo que hacer frente a ciertas críticas que cuestionaban su decisión de comenzar esta carrera con cuarenta años. Pero estas críticas cayeron en saco roto, ya que, a día de hoy continúa con su sueño de ser banderillo.
Pero la determinación de José Romero de volver a las corridas de toros no fueron sólo críticas sino también que motivó a un conocido suyo a ser banderillero igual que él, «el tío de uno de los chicos que entrena en la plaza junto a mí, quiso ser torero como yo, y al verme a mí ha querido hacer una nueva carrera en el mundo del toro, porque me veía a mi ir a los pueblos, me acompañaba y decía si “compadre”puede ser banderillero, o es capaz de poner unas banderillas por qué yo no».
José Romero desde que es banderillero entrena en la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes junto a Diego Sánchez, una futura promesa como torero que tomará la alternativa en septiembre, en la misma plaza donde entrenan y junto a José como banderillero.
José Romero y Diego García tienen una relación que va mucho más allá de lo profesional, es casi familiar, «Cuando quise empezar a entrenar hablé con Diego García y su padre, y venimos todos los días juntos a entrenar, y desde entonces siempre me han llevado a todos lo sitios con ellos. Estoy todo el día con él, voy al campo con él. Y eso fíjate, hoy en día no lo hace nadie».
José Romero nunca pudo olvidar que su sitio era la plaza de toros y aunque no hubiese alcanzado su sueño de ser matador de toros, sigue dentro de este mundo que le enganchó desde niño y que jamás se pudo quitar la afición. Donde además destaca que su felicidad plena esta simplemente haciendo el «paseillo», poniendo unas banderillas, entrenando cada tarde en la plaza, en los tentaderos, viendo a otros compañeros suyos volver como hizo él o aportar su experiencia en las carreras de las nuevas promesas del toreo.
Porque además una lección que se guarda «Josito» y que aprendió del mundo del toro es que para ser torero, » hay que tener corazón, sentir y hacer las cosas sintiéndolas, tu si haces las cosas sin corazón no las haces».