El festival de música, Mad Cool llega este sábado a su fin tras tres días en los que ha convertido al barrio madrileño de Villaverde en el centro del panorama artístico y en el que durante toda su duración ha colgado el cartel «sold out».
MadCool es una de las grandes citas dentro de los festivales de verano, se celebra en Madrid los días 6,7 y 8 de julio. Y en esta edición estaba a prueba, puesto que tras el cambio de localización, de IFEMA a Villaverde, todos los ojos estaban puestos en saber si recibirían a las mismas personas o si las comunicaciones serían óptimas.
Para esta edición, según los asistentes, el cartel era algo más flojo que el anterior, pero que ha contado con las actuaciones de Robbie Williams, Franz Ferdinand, Lil Nas, The Black Keys, Mumford & Sons o Red Hot Chilli Peppers, Liam Gallagher entre otros.
Piensen por un momento en un joven que, durante sus vacaciones, decide ganar un dinero extra siendo camarero en eventos por medio de una ETT (Empresa de trabajo temporal). Este es el caso de los miles de chavales que se dan cita en los festivales, conciertos y eventos de todo tipo que rellenan la agenda veraniega.
Como es habitual la empresa para la que trabaja recibe la contratación por parte del evento. Tiene varias opciones para trabajar, varios puestos disponible que las ETT tienen que coordinar. En el caso del Mad Cool de este verano, las opciones son: control de accesos, camarero en casetas de patrocinio, en barras generales o en mantenimiento de escenarios y atracciones.
Los conciertos comienzan a partir de las seis de la tarde, ya que el calor en Madrid, antes de esa hora, es simplemente insufrible. En este caso, nuestro trabajador servirá copas en una de las casetas con patrocinio. Es la primera vez que se enfrenta a un reto de estas características.
El festival comienza para él a las 15:15 del jueves 6 de julio en unas carpas anexas al recinto donde debe acreditarse los tres días, y donde tiene que fichar tanto al salir, como al entrar, todos los días. Para llegar hasta allí ha tenido varias opciones, diversas líneas de autobús, la línea 3 del Metro de Madrid, hasta llegar a su última parada, Villaverde Alto. O el cercanías cuya parada es San Cristóbal Industrial. También cuenta con una opción menos ecológica, la de llevar su propio coche.
En la que será sin duda la opción más repetida, ya que al llegar bastante antes de que abra sus puertas el festival, los camareros y azafatos sí que encontrarán sitio para aparcar, dentro de un mar de calles cortadas que tratan de aliviar la llegada y salida del evento.
Una vez acreditado y con todo el equipo, una camiseta del festival, una pulsera acreditativa y una PDA para poder realizar los cobros, por medio de la aplicación del festival, se encamina hasta su puesto de trabajo. Ese mismo cubículo, barra, neveras, cubiteras y botellas tanto de alcohol como de mezcla, serán sus fieles aliadas durante diez horas cada uno de los próximos tres días.
En esta caseta patrocinada hay dos barras y una atracción con canastas. Por lo tanto el reparto de personal es el siguiente, tres camareros en cada barra, dos personas encargadas del juego de canastas y dos azafatas del propio patrocinador que se encargan de repartir el propio merchandising de la marca.
Lo primero que debe hacer un camarero en esta situación es comprobar que tiene bebida tanto de alcohol, como de mezcla, además de hielos que será lo más demandado por las hordas de asistentes al evento.
A partir de las cinco de la tarde cuando nuestro camarero ya lleva dos horas allí, se abren las puertas del evento. Los asistentes no solo tienen disponibles las barras para pedir bebida, sino también tiendas para poder comer, casetas con distintas actividades como un bingo o una tómbola, una noria, un martillo para medir su fuerza… La oferta es variada.
Pero en lo que sí que habrá consenso es tanto en la bebida, como en la forma de pago. A la hora de pagar, en el festival no se maneja dinero en efectivo, ni tarjetas de crédito o débito, solo dinero virtual. A través de la aplicación del festival deben ingresar saldo en su pulsera acreditativa y mediante este accesorio pagar en las barras.
Situémonos ahora a las seis de la tarde, ya empiezan a llegar los asistentes más «madrugadores». Llegan con mucho calor y mucha sed por lo tanto la primera oleada de gente se vuelca sobre las barras. En el caso de nuestro camarero, al estar en una caseta patrocinada, tiene que vender el producto de este patrocinador, whisky, de dos tipos: uno más caro y con mayor tiempo de maduración, y uno más barato y que está pensado para el público más general. Y solo lo podrá mezclar con Sprite o Ginger Ale.
Durante las primeras horas de festival, además de otros camareros, nuestro protagonista tiene un acompañante más, el sol. Que castiga a todos por igual.
Los peores momentos para nuestro camarero, al igual que para sus compañeros, llega en cuanto cae la tarde, los asistentes se han hartado de la cerveza y comienzan a demandar copas, con mucho hielo, con alcohol desorbitado y la quieren inmediatamente. Nuestro camarero irá adquiriendo velocidad a medida que va desarrollando su trabajo, para la cual es vital la coordinación entre el personal de la barra y aquellas personas encargadas de suministrar repuestos.
Sin duda, el peor momento será durante los cambios de escenario, oleadas de gente que se echan encima de las barras en su trayecto de un escenario a otro. Ahí la tensión es máxima y una sola mella en la coordinación, y el servicio corre el riesgo de sufrir retrasos exacerbados. Pero gracias al empeño de los camareros y los suministradores, eso no ocurre, aunque tengan a 100 personas gritando y balbuceando en idiomas inentendibles debido a su grado de alcoholismo.
Otro aspecto fundamental es el de los descansos. Aludiendo a la coordinación ya mencionada, no solo tiene que haber una buena organización para servir, también para descansar. Echarse un cigarro, estirar las piernas, poder ver por encima un concierto o revisar el móvil son parte del merecido descanso de nuestros trabajadores pero hay que elegir el momento preciso, ya que la falta de personal en una barra en el momento en el que más afluencia tiene tu puesto, puede desencadenar en consecuencias negativas. Generalmente el mejor momento para el descanso es tras la oleada de gente que va de un escenario a otro.
Una de los aspectos que resulta muy interesante en este tipo de eventos es que entre los distintos puestos y atracciones sigue funcionando el trueque. Yo te pongo una copa y tú me das un bocadillo para cenar, por ejemplo. Y de esta manera es de la que nuestros camareros consiguen disfrutar de las ventajas de ser trabajador de un festival.
Salida del Mad Cool
A la una y media de la madrugada, cuando nuestro camarero lleva horas sirviendo a hispanohablantes y a anglosajones ebrios, llega el momento de la recogida. Todo tiene que quedar impoluto para el día siguiente, porque sí, solo llevan un día trabajando, aunque parezca una semana debido al trabajo.
Una vez recogida la barra, el coordinador de la ETT, pasa recogiendo a sus trabajadores, y los lleva hasta el punto de extracción, donde antes de irse tienen que firmar la hoja de asistencia. Podría parecer que todo ha acabado, nuestro camarero ha fichado a las cuatro de la tarde y ha salido a las dos de la mañana. Pero aún queda un detalle, la vuelta a casa.
Si has acudido al evento en coche tendrás que sortear, no solo a mareas de gente en búsqueda del metro, sino un sinfín de calles cortadas por la Policía Municipal de Madrid, que trata de coordinar el operativo de salida. Pero el peor de los casos es el de la vuelta en transporte público.
Tras salir del festival, nuestro camarero tiene que enfilar la interminable avenida Laguna Dalga, para llegar una rotonda y subir otro trecho y acceder al metro. Pero la policía tiene otros planes. Si sigues esta ruta, en dicha rotonda no puedes acceder al metro, sino que tienes que pasar por encima de un puente, y llegar hasta el otro acceso, que también es el del cercanías, el cual sí que está cerrado.
Puesto que en el caso del Metro sí que está habilitada la línea 3 para poder evacuar la zona. Tras diez horas de trabajo, nuestro camarero tiene que andar un tramo extra hasta llegar a este punto. Y no va solo, miles de personas que han asistido al festival quieren llegar a sus casas también, aunque si por ellos fuera la fiesta continuaría hasta el amanecer.
Una vez en el metro no se llega, se monta y se va, no. Los andenes tienen un aforo limitado y los trabajadores del servicio de transporte madrileño tienen que ir cortando cada vez que se llenan. Una vez dentro, lógicamente, hay que esperar al metro. Una servicio especial que no para en todas las estaciones de la línea, si no que solo llega hasta Sol y que tiene paradas intermedias en Embajadores y Legazpi. Pues imagínense una lata de sardinas, lo mismo pasa en el metro, que en el caso de haber sido asistente al evento, perfecto, pero si ya llevas diez horas trabajando, atendiendo precisamente a esos que ahora van contigo de vuelta a casa, lo cierto es que se hace un poco cuesta arriba.
Después de bajarte en Sol, busca la manera de llegar a tu casa, porque el metro no anda más. Varias opciones disponibles, el taxi, las vtc o los nocturnos. Y para los más intrépidos, volver andando.
El día de un camarero de Madcool en su su primer jornada de trabajo, arranca a tres de la tarde, cuando sale de su casa, y acaba a las cuatro de la mañana, cuando llega. Y así se repetirá durante tres días.
Pero sí que es cierto que esta experiencia, por agotadora que parezca, es muy instructiva. Trabajo en equipo, desarrollar tus habilidades con el inglés, la picardía de los trueques… Son muchas las habilidades que se desarrollan en un festival. Como también son muchas las horas, para los cobros recibidos.
Puede usted pensar, querido lector, que en todo este este relato no hemos hablado de música, raro tratándose de un festival. Pero ese camarero del que hablábamos es el que escribe estas líneas, que en treinta horas de trabajo no podrá disfrutar de ningún concierto, tan solo de oírlo de lejos y descansar lo justo.