La Organización Mundial de la Salud calcula que en el año 2050 la mitad de la población en el mundo será miope. En España, el aumento de esta enfermedad ha sido considerable, pasando del 27 por ciento en 2017 al 38 por ciento en 2022. Según la OMS, en los próximos años, entre un 60 y un 70 por ciento de la población infantil sufrirá este defecto óptico.
La miopía es una afección de la visión bastante habitual. Quien la padece ve perfectamente los objetos más cercanos y, en cambio, ve borrosos los que están a media y larga distancia. Esto se debe a que la imagen se plasma delante de la retina porque la forma del ojo, del cristalino o de la córnea hace que los rayos de luz que percibe el ojo se desvíen o se refracten, de manera incorrecta. En un ojo sano, la imagen se proyecta en la parte posterior de la retina. La miopía se desarrolla normalmente durante la infancia y la adolescencia, se estabiliza entre los 20 y los 40 años, suele afectar a los dos ojos, pero no en el mismo grado, y tiende a ser hereditaria.
Por eso, es muy importante detectar a tiempo la miopía para frenar su progresión y evitar otras patologías más graves. “Hay que trabajar tanto la prevención como la detención de patologías oculares en los más pequeños para detectar a tiempo cualquier anomalía que, si no se diagnosticase rápido, podría suponer secuelas irreversibles, como por ejemplo un estrabismo o un defecto de refracción alto no tratado que podría dar lugar a un ojo vago”, explica la doctora María Romero, especialista en oftalmología pediátrica del Instituto Oftalmológico Quirónsalud Zaragoza, que destaca la importancia de los programas de detección precoz de la miopía.
La miopía se ha convertido en un problema muy extendido entre la población infantil, fundamentalmente porque el estilo de vida de los niños ha cambiado considerablemente. Ahora pasan menos tiempo al aire libre y utilizan cada vez más móviles, tabletas y dispositivos digitales, lo que hace que sea mayor la probabilidad de que aparezca la miopía o de que aumente y, por tanto, el riesgo de desarrollar complicaciones de visión en la edad adulta como glaucoma, cataratas o desprendimiento de retina.
Uno de los síntomas más comunes para saber que un niño está desarrollando miopía son una mala visión de lejos. Por ejemplo, si ya sabe leer, podemos preguntarle qué pone en los carteles y, si no lo ve bien, puede ser síntoma de miopía. También si se acerca demasiado a la televisión o a los libros, aunque normalmente los niños, cuando algo les llama la atención, tienden a acercarse demasiado a los objetos; pero si el acercamiento es excesivo “para ver bien”, es aconsejable pedir cita con el especialista para una revisión ocular.
El oftalmólogo realizará un análisis exhaustivo de la visión del niño para ver cuánto y cómo ve. “Analizamos todos sus parámetros morfométricos con equipos de última generación, que nos aportan información útil tanto para saber el punto de partida del estado refractario del paciente como para valorar el riesgo de progresión de su miopía y, en base a esos datos, aplicar el mejor tratamiento de acuerdo a sus necesidades”, puntualiza el doctor Jorge Sánchez, especialista en oftalmología pediátrica del Instituto Oftalmológico Quirónsalud Zaragoza.
Para evitar que aumente la miopía y, por tanto, el riesgo de padecer otras enfermedades oculares de mayor gravedad en el futuro, existen diferentes tratamientos. Además, cuanto antes se inicie la terapia, mejores serán los resultados a largo plazo.
Como opciones terapéuticas existen gafas y lentillas con una tecnología muy moderna de desenfoque periférico. La ortoqueratología es una técnica que se basa en el uso de lentes de contacto para uso nocturno, es decir, para que los niños puedan dormir con ellas y corregir la miopía. El uso de esta técnica hace posible que durante el día los pequeños no necesiten llevar gafas ni lentillas a la hora de realizar sus actividades diarias. La ortoqueratología puede frenar la miopía simple, de menos de 6 dioptrías, en niños hasta en un 50 por ciento.
En lo que se refiere a las farmacológicas, el uso de colirio de atropina es una solución consistente en la aplicación diaria de unas gotas en el ojo, o en los ojos, para frenar la miopía. Este método da buenos resultados, pero puede tener efecto rebote cuando se dejan de usar las gotas; la miopía puede volver y crecer al mismo ritmo que si no se hubiera utilizado este tratamiento. Por todo esto, es muy importante acudir al especialista para adaptar el tratamiento a la situación y a las preferencias del niño y de su familia.