Desde hace poco más de una semana un nuevo conflicto está desangrando a África. Esta vez en Sudán, donde el enfrentamiento entre fuerzas leales a dos altos generales han puesto a la nación africana en riesgo de colapso. Un hecho que podría tener repercusiones mucho más allá de sus fronteras, principalmente por su situación geográfica ya que Sudán bordea el «avispero» del Sahel y el Cuerno de África.
La situación en el país no es fácil, el general Abdefatá al Burhan está enfrentado a las fuerzas paramilitares de intervención rápida (FAR) y lideradas por Mohamed Hamdan Dogolo. Al Burhan gobierna desde hace tres años el país africano que está inmerso en una grave crisis económica, altos niveles de violencia interna y fuerte aislamiento diplomático.
Ambas partes tienen decenas de miles de combatientes y material de guerra, cuentan con apoyo extranjero, riquezas minerales y otros recursos que podrían protegerle de posibles sanciones impuestas por la comunidad internacional. En estas circunstancias el país es el caldo de cultivo ideal para un conflicto prolongado similar a los que ha devastado otros países de Oriente Medio y África.
El inicio de las hostilidades tuvo lugar el pasado 15 de abril. Después de unos meses de tensión y de que ambas partes intentaran hacer una transición hacia un gobierno democrático. Hay que recordar que los dos lados fueron aliados para derrocar en 2019 al anterior presidente, Omar al Bashir que tras 25 años en el poder cayó por una revuelta popular que el ejército apoyó.
¿QUÉ HA INCENDIADO SUDÁN DE NUEVO?
El principal punto de disputa ha sido la integración de los paramilitares (con unos 100.000 hombres en sus filas) al ejército. Las llamadas Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, en sus siglas en inglés) acusan al ejército sudanés de intentar hacerse con el control del país con los leales al expresidente Bashir.
Los combates están asolando todo el país desde hace más de una semana. La capital, Jartum, y otras ciudades y regiones, incluido el enclave del puerto de Sudán son un polvorín donde reina el caos y la confusión entre las líneas de ambos contendientes dificulta la posibilidad de crear corredores humanitarios para evacuar a la población civil y personal diplomático. El último balance de Naciones Unidas eleva el número de muertos a más de 300 y a cerca de 3.000 los heridos.
Entre las víctimas hay tres miembros de la plantilla del Programa Mundial de Alimentos de Naciones en el país. Esta organización ha suspendido sus operaciones en Sudán por motivos de seguridad. Además, el colegio de médicos ugandés ha alertado sobre ataques y saqueos a los hospitales, algunos de ellos han quedado destruidos en su totalidad. Por otro lado, en el país hay cerca de 80 españoles residiendo. El gobierno de España ya iniciado este lunes los trámites para su evacuación junto a otros ciudadanos iberoamericanos.
IMPLICACIONES INTERNACIONALES
Sudán es el tercer país africano en tamaño y se extiende a ambos lados del río Nilo. Comparte de forma conflictiva sus aguas con dos pesos pesados de la región, Egipto y Etiopía. Egipto depende del Nilo para mantener a su población de más de 100 millones de habitantes, y Etiopía está construyendo una enorme presa (Renacimiento) río arriba que ha alarmado tanto a El Cairo como a Jartum y ha colocado a la región en una situación prebélica.
Por su parte, el gobierno de Egipto mantiene estrechos vínculos con las fuerzas armadas sudanesas, a las que considera un aliado contra Etiopía y la construcción del presa del Renacimiento. El Cairo ha tendido la mano a ambas partes en Sudán para intentar llegar a una solución pacífica en el conflicto.
Además, Sudán comparte fronteras con otros cinco países: Libia, Chad, la República Centroafricana, Eritrea y Sudán del Sur. Países que tienen estados fallidos, están en guerra civil o conviven con una fuerte amenaza yihadista entre unas fronteras muy porosas e irreales. Pero sobre todo hay que resaltar a su vecino del sur que se separó en 2011 y se llevó consigo el 75% de los recursos petrolíferos de Jartum.
POTENCIAS EXTERNAS QUE ESTÁN INTERESADAS EN SUDÁN
En los últimos años, las naciones árabes del Golfo Pérsico han puesto la vista en el Cuerno de África para proyectar su poder en la región. Por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos (EAU), un potencia militar emergente que ha expandido su presencia en el Medio Oriente y en África Oriental, tiene estrechos vínculos con las Fuerzas de Apoyo Rápido, que enviaron miles de combatientes para ayudar a los EAU y a Arabia Saudí en su guerra en Yemen contra los rebeldes hutíes, respaldados por Irán.
Rusia, por su parte, desde hace tiempo tiene planes de construir una base naval capaz de albergar hasta 300 soldados y cuatro buques en Puerto Sudán, en una ruta comercial crucial del Mar Rojo para los envíos de energía a Europa. Todo esto enmarcado dentro de la política expansionista de Putin que aspira a desplazar a franceses y norteamericanos de la zona.
De hecho el El Grupo Wagner, mercenarios con vínculos cercanos al Kremlin, está operando en Sudán y República Centroafricana desde 2017 y su influencia en ambos gobiernos es notoria. Por este motivo Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto sanciones a dos empresas mineras de oro de Sudán vinculadas a Wagner y acusadas de contrabando.
SITUACIÓN DIPLOMÁTICA DEL PAÍS
El papel internacional de Sudán es complicado. El país quedó marcado para la comunidad internacional después de acoger a Osama bin Laden y a otros yihadistas y fundadores de Al Qaeda en la década de 1990, cuando Al Bashir dirigía un gobierno islamista de corte radical que acosaba a los cristianos del sur, en el actual Sudan del Sur.
Su aislamiento se agrando por el conflicto en la región occidental de Darfur al inició de la década del 2000, en el que las fuerzas sudanesas y el grupo Janjaweed fueron acusados de cometer atrocidades mientras reprimían a la población y sus ansias de democracia. Por estos hechos fue acusado de genocidio por el Tribunal de La Haya el expresidente Al Bashir.
La situación mejoró después de 2019 tras la caída de Bashir y el reconocimiento de Israel por parte del gobierno de Jartum. Pero las tensiones de estos últimos meses y la crisis económica han provocado el desplome de la ya débil economía sudanesa que ha quedado herida de muerte tras el comienzo de este nuevo enfrentamiento civil.