10 años de ‘AM’ el amanecer de los Arctic Monkeys

2013 fue un año explosivo para el mundo de la música. Es que en 12 meses fueron lanzadas obras cumbres de artistas como Daft Punk (Random Acces Memories), Kanye West (Yeezus), Haim (Days are gone), David Bowie (The Next Day) y un largo etc. Sin embargo, a pesar de la compañía, si hay un disco que define ese año es la obra cumbre de los Arctic Monkeys, el ya legendario, ‘AM’.

Después de haber sumado sonidos más psicodélicos a su estilo en sus últimos dos trabajos, cortesía de la producción de Johs Homme de Queens Of The Stone Age en ‘Humbug’ y de la idea de combinar el sonido de todos sus discos en ‘Suck It And See’ el grupo se encontraba en una encrucijada sonora importante. Por un lado, estaba la opción de volver a su sonido típico, esa suma entre punk y el club nocturno que marcó sus dos primeros trabajos, o intentar dar otro pase adelante.

Pero lo cierto es que no hay forma de volver del todo a casa. ‘AM’ es ciertamente un retorno de la banda al club nocturno, son canciones que hablan de los enamoramientos que se desatan bajo luces de neon con dos cubatas y un chupito de más y que se pueden quebrar con la salida del sol. Pero también hay algo de la melancolía evidente de ese mundo y de los arreglos psicodélicos que aprendieron con Homme en el desierto.  

Pero sobre todas las cosas es un disco ‘cool’. Aun cuando está dejando que su corazón sangre sobre la mesa, Alex Turner, vocalista, guitarrista y compositor de la banda, está demostrando una actitud de control absoluto sobre su voz. Recordando al Elvis de ‘Heartbreak Hotel’ o ‘Evil’ para la generación Indie. 

CUANDO LOS ARCTIC MONKEYS (RE)INVENTARON EL SEXO

Otro punto que se ha repetido una y otra vez en los 10 años desde que salió este disco es que es profundamente sexy. Dice Bruce Springsteen que el rock requiere de los reinos que están debajo del suelo y debajo de las caderas, y eso parecen entenderlo aquí los Arctic Monkeys. Parte de esa sexualidad viene por supuesto de la voz y las letras de Turner, canciones como ‘I Wanna Be Yours’, ‘Arabella’ o ‘Knee Socks’ son un ejemplo evidente, pero la mayoría sale de la sección rítmica.

Es que este disco es también una graduación para Nick O’Malley, bajista de la agrupación desde el segundo disco, que se entrega a sonidos salidos del hip hop y el funk que contrarrestan lo directo de las guitarras, y el baterista Matt Helders pone un freno necesario al desenfreno de sus primeros trabajos para adaptarse a este nuevo sonido, aunque a diferencia de los dos trabajos posteriores de la banda aquí tiene oportunidad de explotar en temas como ‘R U Mine’ o ‘Snap Out Of It’, pero nunca como en piezas de los dos primeros discos como ‘View From The Afternoon’ o ‘Brianstorm’.

Es un disco bastante sensual, que se aleja de la idea de la ironia como base de lo cool y que alejaba a la banda de una de sus primeras influencias, The Strokes, y los acerca a otra banda clave del sonido de Nueva York: ‘The Velvet Underground’. Son canciones sobre amor, desamor y alcohol, pero sea por los arreglos musicales o por la letra, el grupo recupera esa peligrosidad sexual que definió al género y la actualiza para la generación milenial.

DE LOS BARES A LOS ESTADIOS

‘AM’ además término una transformación que se venía gestando ya hacía tiempo con los Arctic Monkeys: Los llevo a ser un grupo de estadios, y a encabezar festivales sin demasiados problemas. Lo cierto es que son quizás la banda de rock más comercialmente exitosa del momento, y el hecho de haber llenado dos Wizink Center a máxima capacidad en su gira actual es solo el ejemplo más evidente.

Pero además, 10 años después el disco mantiene su potencia. Sigue siendo capaz de llenar cualquier habitación y estadio. Medir que transforma a una banda en leyenda y a un disco en clásico es en abstracto, pero en este caso parece evidente que encontrar a una banda en el pico de su fama y talento siempre es especial, y en este caso es tan evidente hoy como fue al momento de escuchar los primeros acordes de ‘Do I Wanna Know’.