Sam Mendes apuesta por la sencillez en ‘El imperio de la luz’

Previo a ‘El imperio de la luz’ Sam Mendes ya tenía una de las carreras más extrañas de Hollywood. El director británico explotó en 1999 con el clásico ‘Belleza Americana’, que le valió un premio de la academia, pero desde entonces su carrera ha sido una mezcla de clásicos de culto como ‘Camino a la Perdición’ o ‘Revolutionary Road’, un par de blockbusters como son sus dos cintas de James Bond y otro paso por la temporada de premios con la impecable ‘1917’. Quizás por esa mezcla de melodramas y grandes presupuestos es que decidió apostar por una cinta más sencilla.

La cinta, que narra el día a día de un cine en los años 80 en Reino Unido tiene cosas que decir, sobre el arte cinematográfico, sobre el racismo, sobre los desórdenes mentales y sobre Margaret Thatcher. Pero Mendes presenta el edificio central como un refugio necesario de todo el caos que rodea la realidad. Es una pieza simple, un drama bien armado con algún chiste atravesado y un elenco que sabe cargar con la historia, está lejos de ser el mejor trabajo del cineasta, pero tampoco es una mancha en su catálogo.

UN IMPERIO CON UN BUEN ELENCO

Lo más llamativo de la cinta es su elenco, un punto a favor que suelen tener las cintas de Mendes. Por un lado, Oliva Collman suma otro personaje al borde de la locura a su curriculum, aunque esta vez sus problemas son vistos como parte de una historia complicada que no se nos revela del todo, Micheal Ward salta de la televisión y empieza a construir un interesante curriculum como actor competente. 

El resto del elenco toma roles bastante más reducidos aunque hay un par que destacan. Colin Firth consigue quitarse su imagen de caballero para hacer uno de los pocos personajes en su extenso catálogo que directamente da asco y Toby Jones consigue interpretar un proyeccionista que, como si su trabajo fuese iluminar la vida del resto, consigue levantarse como la voz de la anciana sabiduría en la pieza. 

Honestamente, el elenco es el centro de la cinta. La tensión viene de sus relaciones, y las frases profundas y melancólicas que el británico inyecta al guion funcionan porque son interpretadas por ellos. Sus interacciones, sus roces, sus discusiones y sus momentos de conexión son el punto para aferrarse a la historia, con el cine sirviendo más como el espacio común donde comparten y trabajan.

‘EL IMPERIO DE LA LUZ’: OTRO TRIBUTO AL CINE EN UN AÑO LLENO DE ELLOS

Si la cinta del británico debe enfrentar un problema es que recientemente hay varias obras muy potentes sobre el papel del cine. Es que ‘Belfast’ (2021) de Kenneth Branagh, ‘Los Fabelmans’ (2022) de Steven Spielberg y la demencial ‘Babylon’ (2022) de Damien Chazelle son obras más inspiradas, aunque esto se debe también a que son más ambiciosas.

A pesar de todo no deja de parecer que es una cinta que el propio Mendes necesitaba hacer. Un recordatorio personal de lo que significan las películas, no solo para quienes las hacen sino también, y en especial, para quienes las ven y existen alrededor de ellas. Es el punto a favor que tiene la cinta, y el atreverse a un trabajo pequeño en un momento donde el cine sufre demasiado en la búsqueda de películas enormes con mucho presupuesto y poco que decir.

‘El imperio de la luz’ es un buen antídoto a esa búsqueda de los excesos. Para que el director y su audiencia se recarguen antes de volver al gran Cine, con C mayúscula, una cinta que también hace falta dentro del panorama moderno. No toda película tiene que cambiarnos la vida, algunas solo tienen que apartarnos dos horas de ella.