Al parecer, uno de los grandes genios de la historia de la Humanidad, Albert Einstein, dijo que la mayor fuerza del universo no era la gravedad o la fuerza nuclear, sino el interés compuesto. Siempre hay que buscarlo, pero más aún en tiempos económicos convulsos como los de ahora, con la inflación desbocada y el dilema de los bancos centrales: si suben los tipos, se la alimenta; si los bajan, nos vamos a la recesión.
Pero al margen de lo macroeconómico, hay que buscar nuestra economía doméstica, si bien una acaba influyendo en la otra. Sin embargo, aquellos que han sido previsores, y dominan esa fuerza del interés compuesto, nada temen. Los que no, aún están a tiempo de al menos prepararse para ese futuro incierto y convulso, creando un «colchón» que a unos les puede dar tranquilidad y a otros directamente libertad financiera.
EL INTERÉS COMPUESTO, COMO UNA HORMIGUITA
Cada vez más españoles no llegan a fin de mes. Esto hace complicado el primer paso para que la «máquina» del interés compuesto se ponga a funcionar: ahorrar. Pero siempre hay modos de quitarse ese gasto superfluo, inútil o ese vicio que queríamos dejar y que además te quita varios euros cada mes.
Eso sí, sobre todo para cantidades modestas, la paciencia no es una virtud si no una necesidad, ya que al principio la ganancia es lenta, disparándose después exponencialmente. En este sentido, obviamente cuanto más joven se es, más te puede plantear poder tener a x años vista no solo un gran ahorro, sino optar por retirarte o no antes de tiempo del mercado laboral.
No es exagerado: si una persona de 18 años mete 1.000 euros a un año al 4%, con el interés simple la cosa no es nada espectacular. Al cabo del año, tiene 1.040 euros, y si seguimos con esta inflación, más costes o impuestos, casi hasta se perdería dinero. Pero si reinvertimos todo la cosa cambia. Ya al siguiente año tendríamos 1.081,6 euros. Sigue sin ser espectacular, pero avancemos varios años y el interés compuesto comenzará a mostrar esa fuerza de la que hablaba Einstein, logrando un ahorro suficiente para una jubilación muy cómoda, cuanto menos.
Si hablamos de mayores cantidades, por ejemplo, 10.000 euros, la diferencia entre el interés simple al, pongamos, 5%, y el interés compuesto, es abismal: a 50 años sería 34.500 euros frente a casi 110.000 euros.
PERO TEN EN CUENTA LOS TIPOS DE INTERÉS
Hay que distinguir entre tipo de interés nominal (T.I.N.), que es el porcentaje que se pacta como concepto de pago por el dinero prestado o depositado; la tasa efectiva anual (T.A.E.): es la rentabilidad al final del año. Indica el rendimiento efectivo de una operación financiera. Sería el T.I.N. más el tipo de interés nominal, las comisiones, los gastos bancarios y el plazo. Su valor es siempre anual; y el T.I.R. o tipo de interés real mide el interés teniendo en cuenta la inflación o pérdida del valor del dinero. Lo que queda es verdaderamente lo que te ha rentado el dinero.
Asimismo, hay que saber separar el tipo de interés de la rentabilidad: el primero no incluye los gatos, comisiones, etc. de una operación financiera; el segundo sí que está influida por estos costes. Si los cálculos resultan, basta con buscar en Internet una calculadora TAE.
Lo que está claro es que hay que tener mucho cuidado con lo que te venden, sobre todo si se pide un préstamo, ya que por ejemplo un TIN nominal del 0% se puede convertir en un TAE de más del 10% si en este caso aplican una comisión de apertura del 4% con un préstamo de 6.000 euros. La clave por tanto es mirar el TAE.
Hay que calcular bien por tanto qué cantidad mensual se puede aportar y con qué total inicial se puede abrir la cuenta y hacer números, porque un cálculo de 100 euros mensuales al 10% durante 50 años se habría ahorrado 60.000 euros, con un rendimiento de intereses de 1.672.433 euros. Eso sí, en todo este plan hay que tener en cuenta el pago de impuestos, ya que tributan al 21-26% como rendimiento de capital; el tipo de interés y más que nunca ahora, la inflación.