Puede que cuando se estrenó allá en 1996, nadie pudiese imaginar que la serie Scream se convertiría en lo que ha logrado ser: un referente del terror por décadas. Y que incluso hoy, veintisiete años después, la franquicia haya logrado trascender hasta el punto de alejarse de sus protagonistas originales, incluido su mítico director.
Es cierto que Scream no ha sido, ni probablemente será, la única saga de terror que ha ido acumulando entregas como si no hubiese mañana. Para darse cuenta de ello solo hace falta ver a otros grandes clásicos del género como Pesadilla en Elm Street, Halloween o Viernes 13. Pero si uno analiza en profundidad el fenómeno Scream, es fácil darse cuenta de todas las diferencias existentes entre ella y los títulos anteriormente citados.
Scream, terror y suspense manchados de sangre
Para empezar, el asesino de Scream era -y es- un tipo enmascarado que se cargaba adolescentes, sí, pero que no tenía nada de sobrenatural. Estaba muy lejos de ser un zombi irreductible o una criatura de pesadilla. De hecho, aunque Ghostface es un icono en toda regla, su máscara ha servido para ocultar a diferentes maniacos entrega tras entrega, más como una tradición que se hereda que como un monstruo recurrente. De hecho, aunque Scream se suele catalogar habitualmente como un “slasher” (etiqueta acertada, al menos a nuestro juicio), tiene otros elementos que lo alejan de este tipo de clásicos popularizados sobre todo durante los años ochenta.
Por ejemplo, Scream tiene mucho de suspense. De Agatha Christie, si se nos apura. Aunque se esconda detrás de la sangre y los asesinatos más o menos ingeniosos e impactantes, el concepto es similar al de tantas novelas y películas de detectives: una serie de víctimas, sospechosos, un reparto más o menos cerrado, y el juego psicológico de intentar adivinar quién es realmente el asesino. Y por lo general resuelto de forma bastante ingeniosa por parte de los guionistas.
Scream, la parodia que revitalizó el género
Otro de los aspectos que convertían a Scream en otra cosa era su particular habilidad para no tomarse demasiado en serio a sí misma, sin caer tampoco nunca en un exceso de humor que la desacreditara del todo.
La primera parte fue hábil a la hora de hacer lo único que tenía sentido el aquel momento: homenajear y a la vez aportar frescura a un género (el del terror adolescente) que empezaba a mostrar claros síntomas de agotamiento. Curiosamente, su director fue el mismo que había sentado sus pilares años antes como cintas como Pesadilla en Elm Street, Las colinas tienen ojos o El sótano del miedo, el mismísimo Wes Craven. Es difícil saber si otros directores ya por entonces veteranos hubiesen aceptado el reto. Craven no solo se atrevió con él, sino que lo mantuvo durante tres continuaciones más, siempre conservando la identidad original, pero aportando cosas nuevas.
Poco a poco, Scream fue desarrollando su propia mitología, hasta el punto de que su penúltima entrega, Scream V, ya no necesitaba parodiar al género de terror en general, sino que solo necesitaba mirar a las entregas anteriores de la saga. De hecho, el proyecto logró llegar a buen puerto pese a la siempre sensible ausencia de Wes Craven (falleció en el año 2015) tirando de fanservice y del reparto original.
Nuevos tiempos, tiempos salvajes
Scream VI, por el contrario, no solo vuelve a contar con la inevitable ausencia del director que dio forma a la franquicia, sino también con su rostro más visible, el de la actriz Neve Campbell. La intérprete ha sido para Scream como Jamie Lee Curtis para Halloween: una necesidad absoluta para la buena salud de la saga.
O al menos así había sido hasta ahora. Por desavenencias de sueldo, como suele pasar en estos casos, la actriz no ha llegado a un acuerdo con los responsables, a los cuales no ha dudado de catalogar de machistas cuando ha tenido ocasión. La que sí estará de nuevo será la veterana Courteney Cox, que esta vez, mucho nos tememos, tendrá que verse las caras con Ghostface en solitario. Al menos en lo que a la vieja guardia se refiere.