Carmen Monclús es responsable de Protección de la operación transfronteriza de UNICEF Siria-Turquía. Lleva trabajando en el país desde hace cuatro años pero su compromiso con la solidaridad empezó mucho antes ya que desde hace más de 20 años desarrolla labores de cooperación por todo el planeta, desde Afganistán, Libia, Uganda, Angola, pasando por Sudán o Ucrania. Su mensaje para este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es claro: «Los derechos de la mujer hay que reconquistarlos a diario y no podemos relajarnos en ningún punto del planeta».
«La situación de la mujer en cualquier parte es complicada, aunque hay denomador común en todos los países: siempre que hay desastres naturales o conflictos armados, siempre entre los más afectados hay mujeres, niñas y niños», lamenta Carmen, en declaraciones, al tiempo que reconoce que el trabajo que lleva a cabo «no es a corto plazo» pero «cada día cuenta y es un pequeño grano de arena».
«Las libertades y derechos hay que conquistarlos y reconquistarlos. Para nosotros el 8 de marzo no es un solo un día, es todos, y no podemos permitir que nadie se relaje porque nos falta mucho y con cada paso que damos, antes se retroceden tres», alerta. En cualquier caso, se muestra esperanzada de que «la siguiente generación lo tenga un centímetro más fácil».
«Las necesidades son inmediatas, a veces son muy grandes como ahora en Turquía, pero toda pequeña acción es necesaria y da sus frutos», asegura. Al ser preguntada sobre si hará alguna celebración este próximo 8 de marzo reconoce que la zona –asolada por un terremoto que ha dejado más de 50.000 víctimas mortales en Turquía y Siria– no está «para muchas celebraciones pero algo se hará seguro, porque sí son necesarias las reivindicaciones».
«Mis amigos siempre dicen que soy mujer en guerra, siempre he hecho mucho trabajo de género y gobernabilidad», recuerda esta mujer, que actualmente lleva a cabo su labor de ayuda en la frontera entre Turquía y Siria, una zona donde no hay estructura gubernamental y sigue en manos de grupos armados. Carmen relata las dificultades que tuvieron para poder atender en un primer momento a la población afectada por el terremoto del pasado 6 de febrero y señala, que tras la etapa de rescate, empieza la construcción y rehabilitación.
Esta cooperante alerta de la díficil situación de los 1.800.000 niños que hay en el norte de Siria y recuerda que antes del terremoto había 4,1 millones de personas a ese lado de la frontera que precisaban de la ayuda humanitaria a diario.
«Era una zona con muchas necesidades y ahora se han multiplicado por 20. Hay muchas personas que han perdido su vida, sus casas, sus hijos, su medio de vida, un impacto que en la infancia es desproporcionado ya que los niños pagan el precio de estos conflictos. Es una infancia que solo ha conocido la guerra, con un 44% de menores que no tienen acceso de la educación», denuncia.
En Ucrania, Oleksandra Shapkina, responsable de comunicación de World Vision el país, dedició quedarse en el mismo cuando comenzó la guerra, hace poco más de un año. Con 21 años, se graduó en la universidad durante el conflicto bélico, se convirtió en trabajadora humanitaria y se quedó para ayudar a los niños y niñas afectados por la guerra.
«Francamente, nunca había visto mi país sumido en semejante caos. La gente se apresuraba a escapar, presa del pánico para encontrar comida y sacar dinero. Pasé unos 10 días en un búnker con otros civiles. Fue muy duro. Los dos primeros meses vivimos atemorizados por las alarmas antiaéreas. A pesar de todo, tomé la decisión más difícil de mi vida: decidí quedarme en Kyiv y ayudar a los demás», rememora.
«Sabía que nunca abandonaría Ucrania, porque este es mi país, mi hogar. Mis padres, mis amigos, toda mi vida está aquí. Esta decisión me ha hecho aún más fuerte. Nunca me he arrepentido».
«Durante cuatro meses tuve tres trabajos porque necesitaba dinero. Aunque fue una época dura, conseguí aprobar los exámenes finales y terminar la carrera universitaria. En abril cumplí 21 años. La vida había cambiado por completo y ahora sé que nunca volveré a ser lamisma persona que era…», asegura, al tiempo que defiende que «la resiliencia siempre» ha estado en su sangre y en su ADN». «No dejo de repetir a todo el mundo mi frase favorita: Soy ucraniana. Puedo con todo», zanja.
8M PARA REIVINDICAR LA IGUALDAD
Catalina lleva más de 14 años viviendo en Madrid y seis años ejerciendo la profesión de taxista en la capital española. De origen rumano, afirma que el 8 de marzo «es un día en el que reivindicar la igualdad entre hombre y mujeres». «Una igualdad que está presente en el sector del taxi donde no existe la brecha salarial, todos cobramos lo mismo y tenemos los mismos derechos y deberes», asegura.
Su historia no está relacionada con la cooperación pero sí con la superación de vivir en un país que no es el suyo. «El taxi ha sido fundamental para mi, me ha permitido tener una profesión y un trabajo estable gracias al cual puedo cuidar de mi familia. Yo no soy de origen español y el taxi es una profesión que puedo desarrollar perfectamente, además me ayuda a seguir perfeccionando el idioma cuando hablo con los pasajeros».
Catalina, taxista de Free Now, recuerda que se dedicó a esta profesión gracias a su marido que también es taxista. «Cuando llegué a España trabajé en diferentes lugares. Mi marido me animaba a sacarme la licencia de taxista y un día le hice caso. La verdad es que me encanta conducir y puedo decir que fue una decisión muy acertada, estoy muy contenta», reconoce.