Aquella excesiva frase de Martin Scorsese, asegurando que las cintas de Marvel, «no son cine» ha tenido demasiado eco en los medios. Divididos entre aquellos que le dan la razón y quienes piensan que se trata de un viejo maestro despotricando contra el presente, pero si algo demuestra ‘Ant-Man y la Avispa: Quantumanía’ es que algo sabia el director de ‘Uno de los nuestros’, es que en el fondo lo de Marvel empieza a parecer menos cine y más televisión, con los problemas que eso conlleva.
Vamos por partes. La cinta, cierre de la trilogía del Hombre Hormiga hasta que el estudio vea una nueva oportunidad de negocio, una vez más nos presenta a Scot Lang, interpretado por el siempre carismático Paul Rudd, quien está disfrutando de la fama de haber salvado al mundo en ‘Avengers: Endgame’ y de su estable relación con Hope Pynn, la Avispa, una sólida Evangeline Lily, y de la reconexión con su hija Cassie Lang, Kathryn Newton saliendo de ‘The Society’ de Netflix y graduándose al cine de espectáculo.
De allí arranca el problema. Para cuando la verdadera historia de la cinta inicia, con el trío principal quedando atrapado del ‘Universo Cuántico’ junto a los padres de Hope, los siempre brillantes Michelle Pfeiffer como Janet Van Dyke y Michael Douglas como Hank Pynn es evidente que la cinta espera que hayamos hecho la tarea de ver las dos cintas anteriores de la serie, la tercera de ‘Capitán América’, las dos más recientes de Vengadores y que se beneficia de haber visto la serie de Loki.
Es una trampa en la que las cintas del universo Marvel habían conseguido no caer hasta hace poco. Sin embargo, poco a poco, en particular desde la aparición de Disney+ (donde todas las series y cintas del estudio están convenientemente disponibles), cada vez se da más por sentado que el espectador ha ‘hecho la tarea’ y se dejan más cabos sueltos al final de la historia.
UN NUEVO UNIVERSO PARA ANT-MAN
A pesar de todo hay mucho que disfrutar en la cinta. El ‘Universo Cuántico’ como lo visualizan el extenso equipo de efectos visuales, el director Peyton Reed, que aquí toma algo más de riesgos visuales después de dos cintas correctas, y el director de fotografía Bill Pope, quien tuvo el mismo trabajo en la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi y en las primeras tres Matrix, es más interesante que el guion y suele dar criaturas y objetos extraños de ver, aunque no llegan a los maravillosos escenarios cósmicos de James Gunn en su ‘Guardianes de la Galaxia’.
Es un bello tributo a la imaginación de los desaparecidos Stan Lee y Jack Kirby. En particular, la cinta brilla cuando su estilo visual se apoya en el estilo visual del segundo, responsable de buena parte del mundo cósmico de los comics de Marvel.
El otro punto a favor es Jonathan Masters como ‘Kang el conquistador’. El actor consigue darle vida a un villano que sabe que buena parte de lo que ha hecho es monstruoso, y que parece querer cumplir sus objetivos precisamente para justificarse. El problema es que esos objetivos, y los de las otras versiones de Kang que han ido apareciendo en el multiverso Marvel, siguen siendo misteriosos y, por tanto, dejan un vacío en el personaje y en la cinta. Es complicado sentir una conexión real con el personaje cuando se espera que veamos la próxima temporada de Loki, la cinta de ‘4 Fantásticos’ que está en producción y la próxima Avengers para entenderlo del todo y que la cinta mejore.
HISTORIAS QUE NO SE ACABAN
Ese justamente se ha vuelto el problema de las cintas de Marvel. Con excepciones particulares, aquellas que se permiten ser más íntimas como ‘Black Panther: Wakanda Forever’ y aquellas secuestradas por directores visionarios, como las cintas de James Gunn o la demencial ‘Doctor Strange en el Universo de la Locura’ de Sam Raimi, empiezan a girar en el mismo sitio. Con la excepción de Cassie Lang, que se suma a la creciente lista de ‘vengadores jóvenes’, hay pocos desarrollos realmente interesantes en los personajes o el guion, más centrados en pistas de la siguiente entrega.
Es un problema heredado de las viejas series de televisión, o de los viejos seriales de cine, con los que este proyecto empieza a tener más en común. No solo es una serie, es un drama interminable como ‘Anatomía de Grey’ o ‘Sala de Emergencia’, que está pensado para nunca tener un final claro. Es particularmente notable con cintas como esta o ‘Thor: Amor y Trueno’, que parecen más bien un capítulo al azar de la temporada 16 de una serie y que cada vez se preocupan menos de atrapar al nuevo espectador.
Al menos es un buen episodio y para los fieles del estudio será suficiente. Pero lo cierto es que ver el cierre de una trilogía que deja tanto en el aire empieza a ser un problema, Scott Lang es como la quinta figura más importante de su propia película y si los personajes de Marvel empiezan a sufrir en la gran pantalla por los malabares hechos para continuar con este universo no tiene demasiado sentido, más allá de lo económico, seguir en esta montaña rusa.