Los ascensores de los hospitales son uno de los pocos, por no decir, los únicos que no llevan espejo en su interior. Los espejos en los ascensores han servido desde los inicios de este invento para reducir la claustrofobia, que pueden producir por su espacio reducido.
También para amenizar el trayecto viéndote o viendo a otras personas a través de su reflejo.