Hace más de 200 años que los médicos cuentan con estetoscopios, esos aparatos que nos acercan al pecho antes de inspirar y espirar y que, del otro lado, los médicos se llevan a los oídos para intentar averiguar qué nos pasa por dentro. El propio estetoscopio de la época se da cuando el doctor va a visitar a una mujer con cardiopatía. El propio René notó cómo los sonidos lograban intensificarse ante objetos sólidos. De la misma manera enrolló su cuaderno y pudo oír mejor las respiraciones de la enferma.