No solo celos: estos son los riesgos reales de las relaciones abiertas

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Las relaciones abiertas cada vez están más a la orden del día. De hecho, han pasado de ser prácticamente una excentricidad del gusto de muy pocos a una práctica cada vez más extendida. Por regla general, es la gente más joven quien decide mantener comportamientos de esta índole, pero su éxito parece estar contagiándose, poco a poco, a todo tipo de generaciones. ¿Serán así las relaciones de pareja en el futuro, al menos en una gran medida?

Está claro que cada persona (o personas) es capaz de entender y experimentar el amor libremente, de la forma que mejor le parezca, y que las relaciones abiertas pueden tener muchas ventajas a la hora de adaptarse a la sociedad actual pero, ¿tienen inconvenientes? Como prácticamente todo en esta vida, es inevitable decir que sí. Y no, no hablamos solo de los habituales celos que pueden provocar, como veremos a lo largo de este artículo.

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Uno de los asuntos más delicados cuando se habla de relaciones abiertas no es tanto el plano físico, que puede serlo igualmente, sino el emocional. Lo que vendrían a ser los sentimientos, para ser precisos. En la mayoría de los casos, no es del agrado de nadie que otra persona reciba las atenciones de tu pareja, por lo cual es algo que hay que dejar bien claro desde un principio. Sí, hablando se entiende la gente.

Las relaciones abiertas no son poliamor (un concepto peculiar, pero también de moda últimamente). No se trata de tener varias parejas, sino de convivir con una, pero con permiso para poder disfrutar, se entiende que esporádicamente, con otra gente. Igual que uno iría de vacaciones o a tomar algo con amigos, sin llevarse después a los amigos ni el hotel a casa.