Santa Lucía de Siracusa es reconocida como una santa mártir, que nació en el seno de una familia bastante acomodada en la isla de Sicilia, y murió martirizada por negarse a contraer matrimonio con el hombre que había sido escogido como su pretendiente.
De acuerdo con la información que maneja el Instituto Nacional de Estadística de España, hay alrededor de 200.000 damas que han sido bautizadas con el nombre de Lucía en nuestro país, por lo que esa parienta o amiga tuya llamada Lucía tiene que ser felicitada nuevamente hoy, y es que el Santoral Católico nos brinda una nueva oportunidad para hacerlo, además del 26 de septiembre, que es el día en que se recuerda a la Beata Lucía de Caltagirone.
Santa Lucía de Siracusa
Sata Lucía de Siracusa fue una mártir que vivió durante el siglo IV, y es conocida porque la forma de su martirio fue que se le arrancaran los ojos, y así es como se la representa en la iconografía sagrada, con sus dos ojos en una bandeja delante de ella. Por esa razón, es la Santa Patrona de los invidentes, pero también lo es de los pobres, de los niños que están enfermos y de las ciudades de Venecia y Siracusa y de Santa Lucía de Tirajana, en Gran Canaria.
Según los registros que se tienen de su vida, Santa Lucía de Siracusa fue una religiosa que nació en la ciudad de Siracusa, en una familia de ricos nobles, quienes la educaron en la fe en Cristo. Su padre murió cuando ella era aún bastante joven y, desde ese momento, decidió consagrar su vida a Dios, pero mantuvo su voto de permanecer virgen en secreto.
Fue su madre, Eutiquia, la que arregló su matrimonio, concertándolo con un joven pagano y Santa Lucía de Siracusa trató de evitar casarse por todos los medios que posibles. Fue entonces, cuando Santa Lucía de Siracusa le reveló a su madre su deseo de consagrar su vida a Dios y a donar su fortuna a la caridad para los pobres. La madre, al enterarse de su deseo, accedió a lo solicitado, pero ello desencadenó la profunda indignación del pretendiente con el que se había concertado el matrimonio.
Por esa razón, este hombre denunció a Santa Lucía de Siracusa con el pro-cónsul Pascasio, en plena persecución de los cristianos, durante la época del Emperador Diocleciano, y el pro-cónsul amenazó con castigarla llevándola a un centro de prostitución en el que sería sometida por la fuerza a la ignominia, a lo cual ella respondió aduciendo como principio moral que no habría pecado si no existía el consentimiento para el mal.
El martirio al que fue sometida
En respuesta a ello, el juez la sentenció, pero los guardias no pudieron cumplir su cometido, pues se dice que fue el propio Dios el que lo impidió, haciendo imposible que la joven pudiera se movilizada del lugar en el que se encontraba. Entonces los soldados trataron de quemarla en una hoguera y el castigo tampoco pudo llevase a cabo, de modo que decidieron que debía ser decapitada.
Se cuenta que aunque tenía la garganta cortada, Santa Lucía de Siracusa, continuó proclamando el mensaje de que los creyentes debían anteponer sus deberes para con Dios, antes que sus deberes para con otras criaturas. Cuando por fin Santa Lucía de Siracusa falleció, se cuenta que el juez ordenó que le fueron arrancados los ojos.
Pero, el 13 de diciembre no se recuerda únicamente a Santa Lucía de Siracusa, sino que también es el día en el que el Santoral Católico rinde homenajes a otros hombres y mujeres de gran relevancia para la cristiandad, entre los que podemos mencionar a:
San Antíoco, San Aristón, San Auberto, San Eustracio, San Judoco, San Mardario, San Orestes, Santa Otilia, Beato Antonio Grassi, Beato Bartolo confesor y Beato Juan Marinoni.