Es posible que exista un problema muy grande en el mundo del asesoramiento financiero.
Las malas praxis a la hora de realizar asesoramiento financiero a lo largo de estos últimos años, a veces por negligencia de la entidad/asesor y, en otras, directamente buscando engañar, han provocado que los reguladores tengan que poner remedio. Pero, a veces, el remedio es peor que la enfermedad.
Según explican desde Bissan, expertos en asesoramiento financiero, “el problema es que para proteger a los pequeños inversores y evitar que este tipo de situaciones vuelvan a suceder, el legislador ha decidido obligar a las personas a ‘encasillarlas dentro de un perfil’ en función de sus conocimientos y experiencia”. ¿Tiene esto sentido?
Perfiles inversores de clientes: un mal remedio
Según Bissan, el problema gira en torno a “perfilar” los clientes para adecuar los productos financieros a su nivel de riesgo. El regulador ha decidido que el cliente debe conocer de manera más o menos detallada el producto en el que invierte, de tal manera que se asegura que, si es un producto que implica un determinado nivel de riesgo, el cliente será plenamente consciente de este para así evitar que se vuelvan a producir los problemas del pasado.
Cada entidad tiene sus test MiFID. Son conocidos por contener preguntas de comprobación (como un examen) cuyas respuestas son complicadas incluso para los asesores. “Pasar el test” permite acceder a un tipo de “perfil de inversión” u otro.
En la práctica, el problema tiene dos vertientes según los expertos:
En casos de test hechos a consciencia, muchas veces un cliente particular no acepta los riesgos de invertir en productos complejos o algunos que impliquen un determinado nivel de riesgo, cuando dentro de una cartera diversificada pueden ser adecuados. De tal manera que, si el cliente no acepta ningún riesgo, el mismo regulador le está limitando inmensamente el universo de productos de inversión. Lo que objetivamente no es ni conveniente ni necesario. Esto es tan ridículo como que se le obligara a una persona a saber de arquitectura al hacer una reforma. La responsabilidad debería recaer sobre el responsable que hace la reforma y es quien debe asumir las consecuencias en caso de hacerlo mal.
Por otro lado, si un cliente es muy arriesgado (y así sale definido en el test), parece que se obliga al asesor a recomendar productos de alta volatilidad. ¿Y si no es lo que le conviene al cliente? Puede suceder que debido a la naturaleza de la inversión y a los objetivos vitales de ese cliente, lo recomendable sea no asumir volatilidad. Es como si un cliente tuviera muchas ganas de entablar una demanda contra un tercero y aunque el abogado viera claro que no tiene sentido, se viera obligado a hacerlo. En este caso, el profesional debería ser quien deba explicarle al cliente que su posición está equivocada y es preferible otra aproximación.
«Parece que el asesoramiento financiero en muchas entidades se limita a confeccionar un test MiFID y perfilar el cliente en lugar dar un verdadero servicio de planificación financiera. Lo ideal sería contratar un servicio de asesores independientes que va mucho más allá y que realizan recomendaciones ajustadas a las necesidades del cliente, con independencia del producto por medio del cual se canalicen. Este es precisamente el asesoramiento que practicamos en Bissan«.