La rivalidad entre Marruecos y Argelia ha encontrado un nuevo campo de batalla, el energético. Los dos países están inmersos en una campaña para promover proyectos enfrentados para la construcción de un futuro gasoducto que, vía sus respectivos territorios, permita transportar gas desde Nigeria hasta Europa, en un momento en que los países europeos buscan alternativas de suministro a Rusia. Sin embargo, los expertos no creen que sean viables.
Rabat y Argelia rompieron relaciones el verano de 2021 y desde entonces sus respectivas diplomacias están inmersas en un arduo trabajo de ganar adeptos para su causa, con el Sáhara Occidental como principal caballo de batalla pero no el único.
Precisamente, el reciente discurso de Mohamed VI con motivo del aniversario de la Marcha Verde ha vuelto a poner sobre la mesa otro punto de fricción: la construcción de un gasoducto que permita transportar gas desde Nigeria, el país que cuenta con la mayor reserva de África, hacia Europa.
Argelia fue la primera en plantear la idea del Gasoducto Transahariano (TSGP) hace décadas, pero no fue hasta principios de los años 2000 cuando el proyecto cobró impulso, con la firma de un memorándum de entendimiento entre las petroleras estatales –la argelina Sonatrach y la nigeriana NNPC–. El plan pasa por construir un gasoducto desde los yacimientos en Nigeria, pasando por Níger hasta llegar a Argelia, desde donde se enviaría por los gasoductos que ya unen el país con Europa.
Marruecos, por su parte, se subió al carro en 2016, cuando durante una visita de Mohamed VI a Lagos anunció junto al presidente nigeriano, Muhamadu Buhari, el Gasoducto Nigeria-Marruecos (NMGP). El proyecto promovido por Rabat se encargaría de transportar igualmente el gas nigeriano pero en su caso atravesando una decena de países de África Occidental.
VENTAJAS Y DESVENTAJAS
Los dos proyectos tienen, a priori, algunas ventajas y desventajas. En cuanto al coste, la opción argelina es más barata, en torno a los 13.000 millones de euros, mientras que la marroquí se dispara a los 25.000 millones, dada la mayor longitud.
Sin embargo, la propuesta de Rabat, al transcurrir buena parte del trazado ‘offshore’ se considera que sería más segura, mientras que la de Argel tendría que atravesar el norte de Nigeria así como Níger, lugares ambos escenarios de violencia yihadista, y además las infraestructuras terrestres son más susceptibles de ser objeto de sabotajes.
Lógicamente, para cada país su apuesta es la mejor, de ahí la firme campaña que están haciendo para reivindicarse. «El proyecto es muy rentable», aseguraba hace unas semanas a Middle East Eye Abdelmayid Attar, exministro de Energía y expresidente de Sonatrach. Dado que existe la «voluntad política» lo único que falta son los fondos para acometer el proyecto, sostuvo.
Por su parte, Mohamed VI hizo mención expresa del NMGP en su discurso por el aniversario de la Marcha Verde, celebrando los recientes memorandos de entendimiento suscritos con la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), así como con Mauritania y Senegal, para sumarse al mismo.
El monarca alauí sostuvo que este gasoducto «va más allá de ser un proyecto bilateral» entre Marruecos y Nigeria y lo que quiere Rabat es que «sea un proyecto estratégico al servicio de toda la región del África Occidental» en aras de «la paz, la integración económica africana y el desarrollo compartido».
NO SON VIABLES
Sin embargo, en opinión de Gonzalo Escribano, investigador de Elcano y experto en política energética, detrás de ambas iniciativas no hay nada más que lo que se denomina «geopolítica de los gasoductos», puesto que ambos proyectos «son inviables».
En opinión de este experto, la construcción de gasoductos de más de 1.500 kilómetros no tiene mucho sentido puesto que sale más barato la compra de Gas Natural Licuado (GNL)y su transporte por barco. Además, en ambos casos, cuesta pensar que «ningún banco lo vaya a financiar» y mucho menos la UE, que no puede financiar infraestructuras de gas.
En declaraciones a Europa Press, Escribano incide en que en el caso del gasoducto marroquí, la previsión es que la obra esté completada para 2045 y recuerda que la UE tiene el compromiso de alcanzar la neutralidad en carbono para 2050, por lo que la infraestructura dejaría de tener sentido como tal para entonces.
Asimismo, llama la atención sobre el riesgo que supondría para Europa, en su esfuerzo por dejar de depender de Rusia en el suministro de gas, depender de infraestructuras que transcurren por países muy inestables –por cuestiones de seguridad, políticas o de otra índole– en las que «no hay un eslabón fuerte y el riesgo de que falle un país en el camino es alto».
Para el investigador de Elcano, lo que están tratando Marruecos y Argelia es de «fastidiarse» mutuamente en su esfuerzo por reivindicar un papel central en el continente y no es más que un «teatrillo» que hay que ver en el marco de su dilatada rivalidad.
Argel rompió relaciones diplomáticas con Rabat en agosto de 2021 y en noviembre de ese año procedió al cierre del Gasoducto Magreb-Europa (GME), por el que suministraba gas a España vía Marruecos. La tensión no se ha rebajado en los últimos meses y la esperanza suscitada por la posible asistencia de Mohamed VI a la cumbre de la Liga Árabe en Argel a principios de noviembre, se vio truncada.
Finalmente, el monarca alauí no acudió a la cita pero como contrapartida invitó al presidente argelino, Abdelmayid Tebune, a visitar el reino, una invitación que Argel ha recogido con frialdad hasta el momento.